Cada cual debe de ser capaz de repararse a sí mismo, antes de intentar dejar que otros carguen con su pesar. O al menos, eso es lo que creo yo que debería de pasar para que el orden del cosmos no se vaya a la mierda día si, y día también.
No me pidas que te ayude, cuando yo misma peleo por seguir respirando todos los días. No me pidas que sea tu punto de apoyo, cuando me pierdo en las mareas, en las caracolas oscuras, y en los rincones más perdidos de las voces que recorren mi cabeza, mis piernas, y mi calma, las noches que no puedo dejar de escuchar palabras con doble sentido en las paredes. No me pidas que sea el doble punto de sutura, cuando me desangro por momentos y nunca he sido capaz de llegar más allá de las tiras de aproximación. No me pidas más allá de lo que he sido capa de darte hasta ahora, porque es probable que tiemble de tal manera que seas tu el que se tenga que compadecer de mí.
Cada uno, sin duda, tiene su propia manera de afrontar decisiones complicadas, golpes de revés del tiempo, y esperanzas varías; y no todas son compartidas por el público en general. A mi me funciona el tiempo, o eso parece ser; es la manera más cómoda, y la que más tarda en completarse, si me dejáis dármelas de experta en un tema que me destroza sin aviso previo cuando decido tirar las defensas por un momento. No creo, por lo menos por lo que he aprendido en los últimos años, que exista esa teoría universal de que "un clavo saca otro clavo"; a no ser que lo que intentes arrancar de cuajo de tu ser sea algo frívolo, banal, sin sentido, y que realmente no mereció la pena. Las grandes historias, aquellas que hacen que nuestro mundo de un giro total hacia una dirección jamás esperada, que destrozan nuestros esquemas, que nos derriban y arrebatan hasta el último apéndice de nuestro ser sin anestesia ni consuelo; son las que necesitan tiempo, no clavos ardiendo a los que aferrarte una noche de invierno en la que los vasos parezcan no tener fondo, y la lucidez brilla por su ausencia. Así que, perdonadme, si no entiendo que alguien pueda saltar de una liana a otra sin un parón de por medio, aunque tan solo sea para coger aire y por la necesidad de comprobar dos veces, si es necesario que todo está en orden, y que los daños están bajo control. No, no entiendo que alguien pueda intentar enterrar sentimientos, dolor, duelo, o lo que sea que se le pase por la cabeza, o por el pecho, a base de enfrascarse en algo totalmente nuevo; y lo peor es que parece ser que se lo quiere tomar en serio. Es decir, pretender salir de una tormenta para meterte en un huracán, a ciegas, esperando que la suerte y el buen karma no te recompense con una hostia de campeonato, de las que te deja sin aliento e inconsciente en el suelo, sin ser capaz de mover nada más allá que el aleteo del sentido común, que se regocija diciéndote que tenía razón. Y con razón tenía razón.
También tengo claro que yo no quiero ser el segundo clavo, porque me merezco ser algo más que algo que rellene una herida todavía reciente, abierta, y sin coagular. Ya lo he dicho más veces: me merezco la magia, y si hace falta ya pondré yo los efectos especiales. Pero quiero la magia. Quiero serlo todo, llegar a todo, y tenerlo todo. Si, últimamente soy una entusiasta de la vida y una optimista empedernida; y no sé cuanto durará este efecto-droga, pero lo mejor será aprovecharlo mientras me duren las horas.
No quiero ser el segundo clavo. Quiero ser lo que venga después del tiempo, cuando todo esté en calma, aunque las cicatrices aún estén frescas. Porque lo que he aprendido en dos años de camino a ciegas, es que no puedes comenzar a querer de nuevo, si no quieres lo que tienes, quien eres, y lo que te ha pasado. Porque llegará el momento en el que mires atrás, y hasta seas capaz de dar las gracias por el revés al que te sometiste de aquellas; porque te ha hecho ser quien eres ahora, ver la vida como la ves, y asumir los riegos de la manera en los que los asumes. Porque el camino andado queda atrás por una razón, y el que está por venir se encuentra allí para hacerte seguir creciendo. Así que, bienvenidas las piedras, y bienvenidas mis piernas.
Que puede ser que mi fórmula no se ajuste a todo el mundo, como el resto de las cosas que circulan en esta nuestra atmósfera; pero no suelo equivocarme en remedios caseros para solucionar desastres personales, incluso interpersonales. Será porque he tropezado tantas veces que no creo que haya espacio en mi piel sin que haya sido consumida en su momento por algún moratón o corte, y que ahora no esté adornada con una cicatriz. Pero el conjunto de todas, es lo que me hace ser quien soy, lo que hace que siga levantándome por las mañanas, y lo que me hace ser capaz de decir de corazón lo que pienso, la mayoría de las veces. Porque hay verdades universales que merece la pena proclamar a gritos, y porque hay cosas que es mejor no guardárselas para uno. Y cuando todo parece estar perdido, y que no se puede caer más bajo en el pozo de mierda de turno; ten por seguro que es posible, y que está en tu mano levantarte y seguir adelante, o seguir hundiéndote. Y que en esas situaciones, no hay clavos posibles que puedan ayudarte. Porque solo serían peldaños momentáneos, o ilusiones en vano para personas honestas que se encargaron, en su momento, en ordenar su vida antes de ir a desordenar la del resto.
Con esto, tan solo quiero decirte que la pelota está en tu tejado. Si pretendes que sea tu clavo, has ido a probar fortuna con la papeleta equivocada; incluso con el concurso equivocado. Táchame de humilde, pero yo soy el premio grande, y no estoy dispuesta a que me traten como uno de consolación. Si pretendes salir a flote contigo mismo, y dejar que comparta mi tiempo, mis risas y toda la magia que tengo guardada, hasta que llegue el punto en el que te des cuenta que ente medias no hay nada más que simpleza y comodidad pura y dura, yo soy tu chica. Porque puedo hacer que esto sea lo mejor que te ha pasado en tu vida, con la condición de que me des la oportunidad de enseñarte como hago yo las cosas. Y eso implica que tengas que hacer un viaje de autoconocimiento tal, que tengas que acabar sacando de ti lo que otras no han sido capaces de sacarte; pero esta vez, vas a tener que hacerlo por ti mismo. Conmigo puedes contar, pero las heridas te las tendrás que lamer tu solo.
Porque creo que todo el mundo se merece tener a alguien, no necesitar a alguien. Se merece querer, no depender. Y si tu felicidad tiene la necesita vital de alguien para compartirla, te estás equivocando. No solo de persona, sino de manera de ver la vida, y afrontar las hostias a las que nos exponemos por el simple hecho de ser capaces de respirar y razonar al mismo tiempo. Y para querer sin ataduras, hay que quererse mucho. Y para ello, necesitas tiempo, y espacio. Y ser feliz. Y no preocuparte de nada más allá de lo que te concierne a ti mismo. Si, siendo algo egoísta sin causar daños al resto, lo que viene a ser el "estar solo" de toda la vida.
Así es como veo yo el camino a volver a estar completo. Otra cosa es que necesites permanecer con ese hueco en el pecho una temporada; porque yo también he estado ahí. Y creéme, ignorarlo y enterrarlo con otras preocupaciones no funciona; que a largo plazo, eso acaba estallando, reventando y hundiéndote más, por mucho que pienses que dejar la herida al aire no es la mejor opción. La madre naturaleza es más sabia que todos nosotros, por mucho que intentemos desafiarla a base de bien.
Y en el momento que te conozcas hasta el punto al que he llegado yo, sin caer en la pretensión de dármelas mucho de entendida, verás que todo está en orden. Y quien merece la pena. Y que lo del clavo es una puta estupidez. Y que todo está bien, y que te mereces volver a empezar. Que ya no le debes nada a nadie, ni siquiera una explicación, porque ya te las has dado todas a ti mismo. Que sabes que es lo que importa, y lo que está en la balanza haciendo contrapeso.
Que, simplemente, puedes volver a respirar en la espalda de alguien, y sentir que ese escalofrío es tuyo, y que eres tu quien lo provoca. Y sentirte completo con ello. Y, al mismo tiempo, ser capaz de recordar esa situación tiempo atrás con mismo cariño que puede haber entre dos viejos amigos que vuelven a encontrarse después de mucho tiempo.
Porque, solo entonces, recordar será placentero. Y será entonces cuando la locura de mi mano en tu pecho será suficiente para hacer guerras permanentes, sin necesidad de dar conclusiones precipitadas. Y, honestamente, ya no por mi, sino por ti; ojalá seas capaz de llegar a ese punto pronto. Aunque no esté yo allí, porque no me quedé para verlo. Porque te has desnudado para mí, y no hablo de manera literal; y eso está bien, siempre y cuando también seas capaz de desnudarte para ti, afrontando la oleada de naipes afilados que te atravesarán en ese momento. Que quizás es desnudarte a poquitos sea tu manera, pero no pretendas que yo me desnude sin antes estar convencida de que todo está en calma allí dentro. No por nada, pero no serías capaz de soportar la que te vendría encima, que puede que sea tanto lo más maravilloso como lo peor que te pueda pasar.
Que hay precipicios que, como no seas capaz de saltarlos solo, te acaban devorando. Y hay principios éticos que merecen ser respetados, e historias tales que son capaces de hacerme perder la cabeza antes de comenzar a escribirlas. Que hay ilusiones imposibles, y días para no salir de la cama, porque el día que comienza te recorre las entrañas con sed de destrozos inminentes. Y yo he recuperado la confianza en mi misma, al verte caer, y puede que no sea justo. Pero la vida no es justa, y lo único que podemos hacer, en conclusión,
es cubrirnos las espaldas,
curarnos el invierno,
quitarnos los principios,
y arrasar con los finales.
Pero dejando que el tiempo sea quien pone a cada uno en su lugar. Y las cosquillas en mi nuca.