miércoles, 28 de marzo de 2012

It´s time to grow up.


Recién llegada de siete días de autonomía parcial total, de aviones a deshora, de alcohol con sabor a frutas, de ojeras, moros y chicos. Y de lo único que tengo ganas, a parte de dormir y de ropa limpia, es de rehacer mi vida, y hacerla tal y como yo quiero. Sin ataduras, dolores de cabeza. Que las cosas me preocupen lo justo y necesario. Sin lágrimas ni ruegos, sin estrés, ni preocupaciones varías. Pasito a pasito, con buena letra, sin prisas, respirando cada bocanada de aire como si fuera la última. Quiero sonreír pase lo que pase, a todo el mundo, hasta que reviente de dolor. Quiero conocer otros países, y comprar un póster del mapamundi para marcar los que ya he visto. Quiero sentirme guapa, y que el resto lo sepa. Quiero tener más café en sangre que alcohol y agua, y aprender a coger un cigarro. Quiero dejar de llorar por ponerme nerviosa; mejor, dejar de ponerme nerviosa, que odio que me salgan los coloretes. Quiero dejar de mirar mal sin reírme después. Quiero hacerte feliz. Y bueno, te haré feliz en cuanto sepa quien eres. 

Deshagámonos en cenizas, ¿qué más da? Si cuando salga el sol, todos estaremos muertos. Disfrutemos de esta última gran épica noche, porque no habrá más.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Paremos el tiempo.



No hay límites ni fronteras geográficas. Solo nuestras propias repulsiones a ser como somos, actores de paso por el escenario, durante quien sabe cuanto tiempo, esperando aplausos al final de la gran actuación, y recibiendo -¿quién sabe?- tomates viejos. Somos máscaras de la sociedad, dispuestas a ser grises para no llamar la atención; pequeños puntos grises que dicen ser originales por la ropa que llevan, la sombra de ojos, o las gafas de pasta. Consumistas insaciables de ocio, placer, lujo, no más allá de lo que alcanza la tarjeta de descuento. Perversos idealistas de rebajas locas, botellas de alcohol baratas, noches de callejones oscuros. Queriendo ser únicos sin salir del patrón, de donde cortan las modistas para hacer iguales, exactamente iguales que al anterior.

Pero aún así, nos sentimos libres, ¿porqué? No hay razones para ser libre, es más, es horrible. Sin rumbo, sin dirección trazada, sin saber que habrá detrás de cada esquina, que ocurre después. Quien susurra detrás de la cortina, o que hay al fondo del pasillo oscuro. La libertad da miedo, y es cara. Libres dicen ser los ricos en sus coches con piscinas de dinero y modelos de lencería, que coño. Así que para el resto de los mortales, nos queda buscar nuestra pequeña libertad, que no asusta y que no sale tan costosa, en los detalles del día a día. Café o leche. Pantalones o vestido. Ciencias o letras. Niña o mujer. Estudiar o, bueno, estar en el paro. Son nuestras opciones, que tampoco nos cambian la vida, ni mucho menos el transcurso de la humanidad. Pero son nuestras, solo nuestras y de nadie más.

-vivamos el momento. 

domingo, 4 de marzo de 2012

No voy a ser quien quieres.


Hay días que, por más que quieres seguir a delante, con la cabeza alta y sin daños colaterales, vuelves a tocar fondo. Una y otra vez, vuelves a caer en los mismo vicios que pensaste que ya habías dejado atrás. Vuelves a pensar que, ¿quien sabe? Alguna vez todo volverá a ir bien. ¿Porqué? Porque ves que él ya ha continuado con su camino, mientras tu sigues recordándolo en cada esquina, cada película, cada parpadeo. Y por más que te afanes en decir que es mentira, que estás otra vez dispuesta a apostar, el fondo de ti sigue chillando a gritos lo que sabes. Que sigues abajo, hundida, resignada a no ser más que un cero a la izquierda, pequeño, siempre. 

Pero te acabas acostumbrando a esta sensación. Es saber que estás mal, que tienes ganas de llorar a todas horas, de gritar, de huir. De marcharte para siempre, sin más, que no te echen de menos; o que si que lo hagan, y que corran hacia ti, para decirte que todo ha sido un error. Y mientras esperas eso, seguirás con esa estúpida sonrisa en la cara, que más que hacer bien, duele. Que solo sirve para seguir diciendo que todo va bien, que eres feliz, que te da igual con quien está y con quien vuelve a suspirar. Pero no, en el fondo, mientras sonríes así, por dentro estás gritando de rabia, de dolor, llorando por todo lo que has perdido, sin saber porque. 

En cambio, otros días, te quieres comer el mundo, y  matas a la llorona con la culpa de hielo, partiendo en silencio, mientras duerme, para no despertarla hasta que estés lejos, dispuesta a hacer ruido. 

Y no es más que miedo, miedo a quedarse sola.