A veces, te mataría. Cuando eres indiferente, cuando quieres ser más allá, cuando parece que ya no me necesitas. Cuando da la sensación de que tienes ganas de mandar todo esto a la esquina, para que lo coja otro. Como si ya estuvieras harto de pelear, de querer seguir adelante. Como si ya nada te importase, igual que si nosotros no existiera, como si no fuéramos nada. O un simple juego, que no sé que es peor.
Ya sé que no lo estás pasando bien; es difícil pasarse todo el verano aislado, sin salir, sin casi ver la luz del sol, sin tus amigos, lejos. Es difícil, mucho. Pero entiéndeme a mi también. Hace mucho que no nos vemos, demasiado para seguir con esto en pie. Me queda un solo día de carga y descarga aquí, un solo día, que he guardado entero para ti. Pero lo único que haces es dejarlo pasar, poco a poco, entre los dedos, como si fuera uno más. No, joder, este es nuestro, y punto. Y me basta con que des una pequeña señal de vida, una sola.
Otras en cambio, te quiero comer. Cuando me abrazas por detrás, cuando me miras a los ojos y sonríes, cuando solo quiero otro, otro y después otro. Cuando te necesito, cuando no tengo ganas de nada, cuando me cuentas tus cosas. Cuando somos uno, no dos. Cuando hablamos de nada, o decimos de todo. Cuando somos nosotros, solo nosotros, nada más. Y no necesitamos más, solo eso. Echo de menos esa sensación, la verdad. Y cada día que paso, me planteo si esto va a salir bien, o si otra vez, voy a acabar echa mierda debajo de las sábanas durante días, llorando entre las almohadas.
Así que solo te pido una cosa: vuelve.