sábado, 23 de febrero de 2013

Easy rules.


No tengo muy claro que ha pasado, ni cuanto tiempo ha pasado desde que empezó; no me refiero a cuando empezó para mi, eso lo tengo más o menos claro. Entendiendo por claro lo que se puede apreciar en recuerdos de una noche entrecortada por momentos entre suspiros demasiado largos. Aunque no recuerdo si lo que eran largos eran los suspiros, los tragos de alcohol, o mis piernas. Puede que los tres, es lo más probable. 

Siempre he tenido las cosas claras, muy claras. El café, con leche y medio sobre de azúcar. Los pantalones, sin raya al medio. En la cama, de medio lado para dormir. El té, verde y o con una rodaja de limón. Los zapatos, ni muy limpios, ni muy sucios. Siempre así, sin salirse del esquema. Los de ciencias somos cuadriculados, no dejamos nada al azar, porque suele ser mal compañero. Todo sigue unas pautas de comportamiento, y nos podemos adelantar a ello, o eso es lo que nos enseñan los libros. Y, según ellos, la vida real es igual. No hay variables que no se puedan estudiar, ni puntos muertos de los que no salir. 
Pero en cuanto intentamos aplicar todo lo que sabemos en el día a día, algo falla. Hay contratiempos, vueltas de tuerca, perdidas de memoria o de situación, despistes, problemas, crucigramas sin solución aparente, quebraderos de cabeza. El café te lo sirven con poca leche y demasiado azúcar, los vaqueros están arrugados siempre, te echan de la cama por la noche, y no queda limón cuando quieres un té. No queda otra que mancharse los zapatos nuevos. Y todo eso, sin que podamos hacer nada para contrarrestarlo. Así que cuando quieras centrarte en lo que te conviene, ceñirte a tu plan de modelo a seguir, sucede algo que hace que todo se ponga patas arriba, que tengas que recoger tus planos y volver a empezar con una nueva variable en la ecuación. 

Y ahora, que he roto mis moldes, que ya no sé ni lo que quiero, ni para que; ahora que pedía espacio, tiempo y horas de sueño. Ahora, justo ahora, aparece algo que no solo pretende replantearte todo, sino que parece que todo va a mejorar. Y ni siquiera me ha dado tiempo de decidir si me gustaba como estaba todo antes, si realmente estaba así mejor, o necesitaba este cambio. Pero me gusta, en cierto modo. No me quita tiempo, y me da espacio; de vez en cuando, porque a veces, es necesario que no exista ni el tiempo, ni el espacio, solo café y naranja, pese a que niegue la más básica de nuestras normas. 

domingo, 3 de febrero de 2013

Fear.


Lo que pensaste que ya no sentías, que ya habías rehuido totalmente de ello, acaba por dejar de ser un sentimiento, para ser una necesidad, que a largo o corto plazo vas a tener que cubrir. Dejar a un lado los patrones, las exquisiteces, el declinar ofertas, para adentrarse en un bucle de todo cerrado, sin salida, donde el consumismo va en cabeza, el pedir más, exigir más, sin importar la calidad, solo la cantidad. Para desquitarse, quedar a gusto con uno mismo, con el mundo, en paz con el alma interior, que corroe deseosa de salir a tomar el aire unos instantes, media hora, una semana, o perderse para siempre. 
Cuatro meses de encierros son suficientes para que se pida a gritos una solución, un giro total para remendar lo roto, coser las heridas a medio cicatrizar, que es lo que se necesita. Porque por mucho que lo intentemos, no se puede cerrar el capítulo sin un punto y final, sin un hasta aquí hemos llegado, sin levantarse del suelo, por mucho que se crea que se ha tocado fondo. Tocarlo implica volver a la cima, a la euforia de saber que hay algo detrás de todo, algo para seguir sonriendo en las mañanas de resurrección, algo que te provoca un estado de tranquilidad especial, y que haga que todo lo anterior no sea más que un borrón en las sábanas, un asterisco en la historia, el blanco y negro del flashback. No se puede explicar con palabras, solo puedes revivirlo una y otra vez en tu cabeza, porque el último es siempre mejor que el anterior, y lo será, hasta que lo supere otro nuevo. Porque avanzamos paso a paso, tropezando con piedras que ni siquiera sabíamos que estaban ahí, y mucho menos intuíamos  Mejoramos cada vez que fracasamos, somos mejores, tenemos una nueva historia para contar, y una nueva para superarla. 

Y paso a paso, vamos formando nuestra propia realidad, nuestro cuento de hadas que no tiene porque ser tan fantasioso; nos vamos alejando de lo idílico que era el pasado en nuestra cabeza, y adentrándonos en un pórtico oscuro, sin definir, lleno de sombras que, paso a paso, se van iluminando. Puede ser aterrador, pero quien diga que no le seduce lo aterrador, miente. Quizás por eso nos embarcamos en situaciones que nos sobrepasan; porque nos dan miedo, y necesitamos nuestra dosis de pequeños infartos para seguir adelante, o para respirar con tranquilidad al lograrlo.