Ella es de las que se acuesta vestida, y se desnuda a poquitos, dejando que las penas se arrastren hasta sus tobillos antes de conseguir conciliar el sueño. Es de las que lleva chocando a ciegas contra las esquinas, y de vez en cuando consigue dar dos pasos seguidos en línea recta, sin tropezar en el intento. Ella es experta en caminar en la oscuridad de puntillas, esperando que nadie se dé cuenta de lo que sucede en su interior, ni lo que pasa por su mente a gritos. Y cierra los ojos fuerte, por si los suspiros se le escapan entre las pestañas. Ella es de las que prefieren huir antes de seguir intoxicando el aire que le rodea; sin saber si es por protegerse o si es por intentan no arruinarle el día al resto. De las que, una vez que ha sido capaz de coger tan solo lo imprescindible para correr lo más rápido que pueda hacía lo que espera que sea el destino definitivo, se da cuenta de todo lo que tenía no era, en realidad, tan malo como lo pintaba; y que son las propias circunstancias del momento las que hacen que nos empeñemos en nublarnos el día, las gracias, y la existencia.
Ella es de las que prefiere que le hagan daño antes que hacérselo a alguien que quiere, porque es más fácil no tener que cargar con la culpa, y la recuperación es más temprana. Y es de las que pretenden no enamorarse, ni encariñarse, ni siquiera guastar, por no tener que romperse para arrancarse del pecho esa sensación cuando los meses terminen. Ella es de las que jamás va a decir todo lo que piensa en voz alta, por miedo a que sus propias palabras la engullan; y porque es fiel seguidora de que a los demonios internos hay que tenerlos atrapados, no vaya a ser que les dé por conquistar mundo más allá de sus caderas.
Ella es arisca, y es difícil de tratar; y, si no estás dispuesto a recorrer cada uno de sus pasos calzado en sus zapatillas, no intentes entender porque le cuesta salir de la cama, o respirar hondo. Ella no está enferma, pero hay noches en las que tiene que buscarse el pulso para concienciarse de que todo lo que la persigue es real, y no una mala pesadilla digna de Burton. Ella tiene las manos siempre frías, y le gustaría que todo ella fuera así, en vez de consumirse por dentro a la más mínima. Ella es de las que está tan perdida, que no puede dejar de encontrarse con cada tropiezo, con cada escapada precipitada del mundo, y con cada cerveza que se consume en sus labios; el problema comienza en cuando se encuentra, y no le gusta lo que ve. Y esto suele pasar más veces de las que jamás reconocerá. Ella es de las que dice que la presión no recae sobre sus hombros, y que siempre asegura que todo lo va bien; cuando las paredes están llenas de grietas, y retumban los cristales aún sin truenos. Ella es de las que camina segura, con la cabeza erguida, mientras se muerde el labio inferior confiando en que nadie se fije en ella; porque, lo que en verdad oculta tras unas gafas tintadas redondas que le cubren una proporción de cara mayor de la que dejan entrever, es una inseguridad y un temor púbico más grande que el ego que intenta proyectar.
Ella es de las que no pide ayuda ni aunque se esté ahogando, y de las que desaparece cuando está teniendo una mala racha. Ella es de las que piensa que nadie más puede entender lo que circula por su interior, porque está segura de que no es ni sano, ni normal, ni real. Y tanto espera que sea producto de su imaginación, de las hormonas o de la edad, que sigue aguardando el momento en el que abra los ojos y que, por fin, todo esté en calma, y que todo siga el orden establecido por la ética moral.
Ella es de las que no hay, porque no hay nadie como ella. Y menos mal, la verdad; yo no volvería a salir de casa si me encontrara a alguien como yo.
Ella es de las que prefiere que le hagan daño antes que hacérselo a alguien que quiere, porque es más fácil no tener que cargar con la culpa, y la recuperación es más temprana. Y es de las que pretenden no enamorarse, ni encariñarse, ni siquiera guastar, por no tener que romperse para arrancarse del pecho esa sensación cuando los meses terminen. Ella es de las que jamás va a decir todo lo que piensa en voz alta, por miedo a que sus propias palabras la engullan; y porque es fiel seguidora de que a los demonios internos hay que tenerlos atrapados, no vaya a ser que les dé por conquistar mundo más allá de sus caderas.
Ella es arisca, y es difícil de tratar; y, si no estás dispuesto a recorrer cada uno de sus pasos calzado en sus zapatillas, no intentes entender porque le cuesta salir de la cama, o respirar hondo. Ella no está enferma, pero hay noches en las que tiene que buscarse el pulso para concienciarse de que todo lo que la persigue es real, y no una mala pesadilla digna de Burton. Ella tiene las manos siempre frías, y le gustaría que todo ella fuera así, en vez de consumirse por dentro a la más mínima. Ella es de las que está tan perdida, que no puede dejar de encontrarse con cada tropiezo, con cada escapada precipitada del mundo, y con cada cerveza que se consume en sus labios; el problema comienza en cuando se encuentra, y no le gusta lo que ve. Y esto suele pasar más veces de las que jamás reconocerá. Ella es de las que dice que la presión no recae sobre sus hombros, y que siempre asegura que todo lo va bien; cuando las paredes están llenas de grietas, y retumban los cristales aún sin truenos. Ella es de las que camina segura, con la cabeza erguida, mientras se muerde el labio inferior confiando en que nadie se fije en ella; porque, lo que en verdad oculta tras unas gafas tintadas redondas que le cubren una proporción de cara mayor de la que dejan entrever, es una inseguridad y un temor púbico más grande que el ego que intenta proyectar.
Ella es de las que no pide ayuda ni aunque se esté ahogando, y de las que desaparece cuando está teniendo una mala racha. Ella es de las que piensa que nadie más puede entender lo que circula por su interior, porque está segura de que no es ni sano, ni normal, ni real. Y tanto espera que sea producto de su imaginación, de las hormonas o de la edad, que sigue aguardando el momento en el que abra los ojos y que, por fin, todo esté en calma, y que todo siga el orden establecido por la ética moral.
Ella es de las que no hay, porque no hay nadie como ella. Y menos mal, la verdad; yo no volvería a salir de casa si me encontrara a alguien como yo.