miércoles, 1 de enero de 2020

 
Tengo que comenzar a dejar ir, a olvidar, a poner punto a final a lo que pudo haber sido, pero que yo misma decidí terminar. Las decisiones que he tomado han sido decisiones por algo, y no puedo seguir dando vueltas y trazando caminos posibles y paralelas alrededor de algo a lo que le he dado portazo. Fui yo la que se decidió marchar, la que tomó un rumbo distinto pensando que tendría un mejor futuro, y estoy asumiendo las consecuencias de ello. Ya estoy pagando suficiente por haberme condenado a estos años en esta ciudad, como para encima dejar que se apodere de mi la ansiedad cada dos por tres, que no me deja respirar, no me deja avanzar, no me deja dormir, que me atrapa, me devora y me escupe sin remordimiento alguno. No me lo merezco. No te lo mereces, y es hora de que también asumas esto. No te mereces estarte machacando todos los días. Ya está, asúmelo, vas a estar aquí, vas a salir de esta, todo va a ir mejor. 

Cuando viene el momento de terror, lo veo venir. Todo comienza cuando me dejo llevar, cuando empiezo a fantasear sin querer con cómo sería mi vida, cuando empiezo a recordar los buenos momentos, cuando hablo con la gente de aquella época. Todo comienza siendo agradable, pero poco a poco se empiezan a nublar los pensamientos. Comienza la presión en el pecho, y ahí es cuando me doy cuenta de lo que viene. Intento luchar, calmarme, pensar en otra cosa, dar un paso atrás, pero de momento no he sido capaz de conseguir apartarme del todo y reprimir la oleada de angustia que viene a continuación. La presión del pecho aumenta, se descontrola, se desboca; se me queda la boca seca, la lengua se tensa, empiezo a ver borroso, no puedo respirar. Y ya estoy perdida. Estallo, y desaparecen de mi vida entre diez minutos y una hora, en los que solo soy capaz de intentar respirar, luchar por seguir haciéndolo, llorar de la angustia de no ser capaz de controlarme, de olvidar, de ser feliz con lo que tengo. Y de repente, desaparece; es así la mayoría de las veces, y simplemente vuelvo a ser capaz de respirar, y las nubes negras se esfuman dejando a una niña pequeña agotada, desesperada, triste y rota. Que no sabe cómo seguir adelante con esto, como levantarse y seguir con su día tras haber vivido todo esto. Y lo peor es que esto se repite todos los días, esto acaba de pasar porque hoy olvidé tomarme la medicación. Y nadie lo ve. Nadie lo sabe. Nadie me escucha. Nadie lo entiende, ni yo misma.

Lo que he hecho ha sido levantarme de cama, hacerme una tila, sacar el portátil y escribir. Creo que es la primera vez que hablo en voz alta sobre esto, y simplemente lo estoy escribiendo. Pero me he prometido ser mejor conmigo misma, cuidarme más, aprender de esto, superarlo de alguna manera. Y esto es lo que me ha salido. Porque tengo que conseguir luchar contra estos momentos, tengo que superar que hace un año y medio tomé una decisión que no se puede deshacer, y puede que me haya equivocado. Porque ahora veo como un paraíso lo que tenía, porque me ha salido el tiro por la culata aquí; porque no ha sido fácil, ni bonito, ni agradable. Y me he olvidado de los motivos por los que decidí marcharme, y los motivos por lo que quería estar aquí sin importar el precio. Y puede que tenga que recordarlos, de alguna manera, pero de momento me es imposible. Alguien que me quiere mucho, me cuida mucho, y entrevé que está pasando, me ha pedido que me centre en las cosas que he ganado desde que estoy aquí, pero no soy capaz de contarlas sin pensar en todo lo que he perdido, y entonces es cuando vuelve a empezar este ciclo sin fin, que lo único que consigue es hacerme más pequeña y más débil cuando se supone que debo de ser fuerte si quiero sobrevivir. Y tampoco es justo.

No sé si cada vez que me dé un ataque voy a terminar escribiendo y dando sorbitos a una taza de tila. No sé si esto será la solución, pero ha sido el salvavidas de hoy. Y supongo que, a fin de cuentas, de eso se trata. De ir dando pasitos de hormiga día a día, de salvarse las noches como buenamente pueda, de conseguir cerrar los ojos sin ver abismos, de levantarse al día siguiente y asumir que, aunque pierda, encontraré la manera de seguir a flote. De terminar respirando, cueste lo que cueste. Es un proceso, supongo; y aunque se me esté haciendo demasiado largo, tengo que asumirlo. 

No sé olvidar. No sé perdonar errores que ni siquiera sé si he cometido. No sé pasar página, ni conformarme con lo que tengo. Ni disfrutar lo que tengo, por mucho o poco que sea. Siempre quiero lo que no tengo, lo que no puedo tener, lo que creo que sería. Siempre busco las realidades paralelas y bebo de ellas, cuando no son más que mentiras que fabrico para mí misma para destruirme sin merecerlo. Y no entiendo por qué soy así, no entiendo por qué me hago esto. No me lo merezco. No me merezco. 

¿Y qué hago si no merezco quién soy? ¿Cómo termino conmigo?