domingo, 30 de octubre de 2016


When you get what you want, but not what you need.

Tenemos que empezar a buscarnos un poco más en nosotros mismo, y dejar de pedir la felicidad a la sonrisa ajena; y aprender a diferenciar que es lo que nos hace vibrar por dentro, y lo que nos gustaría que nos hiciera vibrar. No existen verdades absolutas, ni dogmas incuestionables a los que aferrarse las noches oscuras, más allá de los que construimos a base de escuchar, aprender y aprehender; sobre todo, a base de escuchar, que no estaría de más hacerlo un poquito todos los días. Por lo tanto, cuando digo que lo del querer es algo ciego e irracional, es porque puede que lo haya vivido en mis propias carnes. Y no siempre tenemos razón con respecto a lo que creemos que podemos encontrar cuando nos abrazamos al querer, siempre y cuando no nos dejemos de querer primero.

Así que podría estar convencida que era lo que quería, en quién buscar lo que necesitaba (importante diferenciar aquí el concepto de necesidad y de dependencia, que sino no estamos hablando de lo mismo), y que era lo que me podía esperar. Pero, como en casi todas las cosas que merecen la pena, esto es asunto de dos y es cuestión de compartir; y no estoy para saltar precipicios a ciegas, ni para ponerme una capa voladora para rescatar a quien no esté dispuesto a tirar también de mí. Por mucho que le quiera. Por mucho que crea querer, porque a veces las situaciones se confunden y acabamos encontrando sentimientos donde no hay más que conveniencia, o tiempo, o pasatiempo. 

Y puede que, por alguna casualidad inútil del destino, o porque el karma ha decidido que te debe demasiadas como para no saldar a poquitos la deuda, aparezca en tu puerta lo que necesitas. Y que esté bien, y que no tengas porque sentirte culpable por abandonar lo que quieres, por lo que necesitas. Que puede que sea quererte más necesitar que querer, porque siempre te vas a necesitar, incluso los días que no te quieras. Así que cubrir necesidades a sonrisas y a arrumacos tibios puede no estar tan mal, aunque las sensaciones sean diferentes; pero, ¿cómo no van a serlo? Dos pieles no reconocen igual, de la misma manera que la presión de diferentes manos sobre mi espalda provoca cataclismos diferentes; pero la base de la diferencia, como casi siempre, está en las expectativas. Que el querer hace que se generen idealismos que, de primeras, la necesidad no puede cubrir; aunque puede ser porque no estamos tan predispuestos a darle una primera oportunidad a alguien cuando podemos darle una segunda a otro. Que dicen que es mejor malo conocido que bueno por conocer. 
Pero al final, nos acabamos cansando del malo, por mucho que queramos; que nos acaba sacando lo que escondemos noche tras noche entre sollozos, y nos absorbe lo mejor que tenemos hasta el punto que no somos capaces de reconocer nuestra propia esencia. Y sin esencia vagamos vacíos, como quien pierde su duende a cambio de sabe quién qué. Y el bueno es una posibilidad demasiado tentadora con alguna que otra posibilidad de acabar dejándonos, simplemente, ser. Y eso es muy importante.

Así que, por una vez, vamos a escuchar a nuestro propio cuerpo, que por algún motivo ha sido capaz de sobrevivir aguantándonos todos estos años; vamos a dejar que nos enseñe algo, y a concederle la necesidad de ser, sin restricciones del querer. Que, de momento, la sensación es satisfactoria; que no hemos salido huyendo por patas, que nos hemos acomodado y nos hemos dejado hacer. Y hacía demasiado que no lo hacíamos, y era necesario. Puede ser que el querer ya no sea tan fundamental que, aunque esté bien arriesgar e intentar, nos necesitamos para seguir en pie día tras día. Y no es que me esté conformando con una segunda opción, ni mucho menos; que puede que haya dado con la mejor de las casualidades, y parece que estoy aquí relamiéndome un día más las heridas. Para nada. Simplemente, estoy dando una oportunidad dejando marchar otra a la que llevo aferrándome yo sola demasiado tiempo. Y no es que le esté dando una oportunidad, es que simplemente me estoy dejando llevar sin saber muy bien a donde; y el vértigo es una de las mejores sensaciones del mundo, creedme. Y ya no hablemos de la adrenalina, ni de lo vacío que se siente ahora el hueco de mi clavícula sin suspiros cargados de intenciones en él. Eso me lo guardo para otro día, cuando la necesidad se vuelva a imponer.

En definitiva, que vamos a necesitarnos durante un rato. Luego ya nos querremos, sin dejar de necesitarnos, y nunca dependiendo. Los principios siguen grabados a carne viva, no os preocupéis. Simplemente, vamos a dejarnos hacer hasta que sepamos que es lo qué estamos haciendo, y ya veremos. Casualidades de la vida, creo que le llaman.

domingo, 9 de octubre de 2016



Rectificar es de sabios.

Por mucho que me las dé de que siempre tengo la verdad absoluta, y que a cada estación perfilo los detalles un poquito más, octubre nunca va a dejar de sorprenderme. Hay lecciones morales que solo se esconden detrás de los ojos de quien las busca, y conversaciones entre veranos e inviernos que te derriten las penas, y te sacan las agallas de donde pensabas que no quedaba más que ceniza seca.
Así que, por mucho que diga que no hace falta un cierre para las historias que nos revolvieron las entrañas y nos quitaron los años, he aprendido que es mejor encontrar el momento, el lugar y la persona para dar las últimas pinceladas. Y que realmente sean las últimas.
Está bien, y estoy bien. Estoy mejor de lo que pensé que estaría, y mejor de que lo que llevo estando todo este tiempo; porque las cosas están para hablarlas, y los buenos momentos están para rememorarlos.

Gracias. Gracias por esta última noche, esta última copa y esta última cerveza. Gracias por dejarme abrirme, gracias por abrazarme mientras me consumían mis propias palabras. Gracias por ser igual de cercano que siempre una vez más. Gracias por esta última oportunidad, y por este último lametón de heridas. Porque, aunque siga doliendo a poquitos, aunque se me pongan los pelos como escarpias y los ojos llorosos por pensarte, es lo mejor que me podías haber dado. Que realmente era necesario este doble punto de sutura, y un año después por fin puedo decir que el capítulo está cerrado del todo. Que siempre nos va a quedar la esperanza, la duda de lo que hubiera pasado; pero por lo menos ahora nos quedará con un sabor dulce en los labios. Y de todo lo que me has dado en este tiempo, que no es poco, los momentos de ayer sin duda serán los mejores, lo que me llevaré a la cama más veces, y los que me harán sonreír a cortitos los días que no pueda más. 
Porque, por muy diferentes que seamos, por muy imposible que sea el equilibrio en el que no nos atrevemos a caminar, eres alguien que merece la pena. Y que deja huella.

Y lloraré, y seguiré llorando. Aunque nunca fuéramos nada más que muy nuestros, solo por el hecho de que me hacías sentir bien, y que lo sigues haciendo. A la distancia. Entre copas y cañas y música de mierda en baretos pequeños. Que, como decía ayer aquel gitano primo tuyo, la gente se da cuenta de cosas, y yo ayer me di cuenta de ti. De que hay cariño y sentimientos más allá de lo que nos podemos permitir, y que eso es algo tan bonito que no debería ni hacer falta explicárselo a nadie. Así que seguiré llorando, y será la primera vez que no me importe, ni te odie a gritos, ni desee no haberte conocido nunca; porque eres de las mejores cosas que me han pasado en mi vida. Y puede sonar cursi, desesperado, cuento de patriarcado que he mamado desde pequeña; pero no puedo ni expresar con palabras lo que es. Que me sigues ilusionando, aunque ya hayamos decidido que es imposible, por el simple hecho de estar. Así que seguiré llorando, y déjame llorar. Porque lloraré por haber sido feliz, y por lo feliz que podría haber sido, pero no será con pena. Ya no. 
Y es bonito llorar de felicidad, llorar porque te pasan cosas buenas, porque te rodeas de gente maravillosa, y porque esa gente sigue queriendo quedarse a tu lado a pesar de la distancia. A pesar de que las cosas no son como deberían ser, o como nos gustaría. Llorar es la manera más pura y sencilla que tengo de expresarme, y no tiene por qué ser por algo malo. Y octubre, en los último años, me hace llorar demasiado.

Ya lo he dicho muchas veces: hay muchas maneras de querer, y muy pocas de explicarlo. 

Y lo bueno que me llevo de esto, entre otras muchas cosas, es una calma que hacía tiempo que no sentía; una convicción de que las cosas están bien, y que puedo seguir adelante con la cabeza alta y los pies en paz. Que está todo bien, y que me merezco lo bueno que venga. Porque momentos así son una subida de ego tal, que deberían ser obligatorios al menos una vez al mes, solo para concienciarnos de que lo estamos haciendo bien.
Y no sé qué pasará entre nosotros; lo más probable es que nada, pero me basta con saber que, de una manera u otra, ya formas parte de mí. Que lo quería negar, quería olvidarlo, y quería hacerte desaparecer de mi vida; pero no lo voy a hacer. No te lo mereces, y no me lo merezco. Y por mucho que diga que siempre me acabo juntando con capullos, lo que realmente pasa es que acabo con gente que, en el fondo, me va a acabar enseñando una lección (o un par de ellas) que no sería capaz de aprender por mi cuenta y riesgo.

En este caso, es que la vida da muchas vueltas, que hay que quererse mucho, y si quieres a alguien lo mejor que puedes hacer por esa persona es intentar que su vida sea lo más feliz posible. Aunque eso implique no hacer lo que te piden las piernas, y lo que se nota a leguas que debería pasar. Y es lo que tiene querer. Que por mucho que digas que siempre te vas a poner a ti por delante, acabas poniendo al resto antes que a tu propia felicidad; y, entendiéndolo bien, esto no es malo. No estoy hablando de joderte la existencia, sino de dejar marchar a alguien, o dejar que se quede dónde está, porque es ahí donde ha de estar en ese momento. Aunque duela, aunque parezca una cabezonería más, es lo más bonito que se puede hacer por alguien. Así que, de nuevo, gracias.
Y quien sabe lo que acabará pasando. Solo quiero que no te vayas nunca demasiado lejos, ahora que nos hemos esforzado en mantenernos cerca.

Y ojalá, ojalá sigamos tropezando, bebiendo y riendo, tras copas y cañas, tras políticas contrarias, tras maneras de ver y entender totalmente opuestas. Ojalá me sigas mirando con ojos borrosos, queriendo decir más de lo que estamos diciendo, y entendiendo más allá de lo que expresamos; ojalá te siga devolviendo las miradas al otro lado de la barra, y nos sigamos abrazando sin querer llegar a nada más que eso, porque sabemos que no podemos. Y que nos compensa más refrenarnos, que volver al bucle sin fin. 
Ojalá me dejes seguir marchando sin pedirme que me quede, y ojalá nunca te pida que lo hagas. Ojalá llegue el día en el que ninguno tenga que hacerlo, y todo esté bien sin más problema a mayores. Ojalá me sigas haciendo sentir tan viva, y ojalá sea consciente de que, en realidad, las cosas no me van tan mal.

Gracias.

lunes, 3 de octubre de 2016


La raíz del problema de todo esto es que no soy capaz de sacarme de la cabeza la idea de leer a Bukwoski contigo.
 
Te odio. Pero, curiosamente, son las partes de ti que odio las que hacen que me aferre a cada palabra como clavo ardiendo. Me sacas de quicio. Pero estoy deseando en silencio que me hagas arquear las cejas durante el tiempo que me deje estar a tu lado. Me pones del hígado. Pero, justamente cuando lo haces, es cuando realmente me pones. Que la locura física no es tan difícil desatarla, y que lo complicado es hacer que haya interés más allá de las sábanas desordenadas. 
 
Por querer entender, no entiendo nada. Ni te entiendo a ti, que ya no es novedad; ni me entiendo a mí, que para algo soy experta en mandar a la mierda todo aquello que me intoxica. Bueno, no es del todo cierto, porque últimamente me estoy dando a los vicios que me hacen sentir cosquillas en la punta de los dedos por el mísero hecho de saber que está mal. Matarme para sentirme viva, vaya. Así que esto lo nuestro puede que solo sea un peldaño más de esta mía destrucción masiva de lo que me sustenta, con el fin de concienciarme de que soy feliz con lo que tengo, y ya está. Que no puedo abarcar más de lo que mantengo en malabares, y que con ello me basta. 
Honestamente, no creo que sea la mejor manera de darme cuenta de las cosas, pero es lo que me soluciona las noches. Y, antes eso, siendo capaz de encontrarlo en mi misma, me niego a tener que buscarlo fuera. Así que disculpen si sigo poniendo las sandalias sobre la mesa a principios de Octubre, aunque luego me pase los lunes resfriada; mientras doy caladas a escuras en la terraza de mi casa, y me sigo paseando en tirantes. Porque, si eso es lo que me hace sentir a gusto con todo lo que está girando el tiovivo últimamente, con la soledad que aparentemente me estoy encargando de buscarme, esto será lo que siga haciendo.

Así que si quererte en silencios (entiéndase querer como anhelar, no en el sentido romántico-dependiente-machirulo del vocablo) es la manera que tengo esta semana de sonreír a pleno pulmón, aunque sea a mí misma y sin intenciones de avanzar contigo a ningún lado, esto será lo que siga haciendo. Mientras me guste la sensación, o esta se quede rondando entre mis piernas; no sé, lo que se termine primero será lo que determine en que me acabaré metiendo para suplir el tiempo que me quede en blanco. 
Sé que no tiene demasiado sentido lo que estoy escribiendo hoy, porque estoy intercalando los cambios de mi vida con sensaciones buscadas en boca ajena; pero tampoco hay que intentar entenderlo, cuando es la manera más fidedigna que tengo de plasmar mi realidad. Simplemente, que creo que estoy haciendo bien las cosas; que me estoy encaminando, que me estoy centrando, o que estoy dejando de darme de hostias a mí misma inconscientemente. Eso es; lo que estoy haciendo ahora es darme de hostias, pero dándomelas porque quiero. No porque haya un sentimiento masoquista escondido entre mis intenciones, sino porque dejarme caer es la manera más sencilla y cómoda que he encontrado para desvelarme, día tras día, todo lo bueno que me estoy ganando a pulso. Y contradicciones a mí pero, ¿qué es lo que se espera de alguien que vive por y para las contradicciones? 

No busques comprenderme, solo déjame seguir odiándote y queriéndote un ratito más. Solo quédate y deja que me siga agitando un poco más. Solo presiona y espera, solo cuestiona sin preguntar. Solo asiente, sonríe, y contempla con giro pulseras entre los dedos. Solo sé, y déjame seguir siendo. Solo déjame hacerme daño esta vez, y luego remátame como quieras. Pero déjame matarme un poquito más al soportar todas estas gilipolleces, antes de actuar.
Que tengo claro que esto no nos va a llevar a ninguna parte, porque no creo que haya polos más opuesto, más negados, y más perfilados que nosotros. Así que continuémonos engañado unos días más, hasta que encuentre un nuevo vicio con el que entretenerme. 

Déjame destruirme, que me estoy construyendo.