Háblame, pero háblame suave. Háblame cuando no pueda entenderte, cuando cada palabra corte como lija, cuando seamos más que sombras. Háblame cuando no me lo merezca, háblame lenguas capaces de dominar batallas, háblame algo que solo nosotros entendamos. Háblame de nubes, de secretos a voces, de pasados imaginarios que suenan demasiado bien como para no querer otra ronda, y más si invita la casa. Háblame de lo que me he perdido y de lo que está por venir; pero sobre todo de lo que me he perdido, para saber que tengo que ofrecer esta vez, y en que momento decir "basta". Háblame cuando vuelva, cuando tenga frío, cuando no haya nadie más al rededor. Háblame dulce, háblame meloso, háblame siendo capaz de cortar la respiración, y de provocar dolor de cabeza. Háblame sucio, háblame duro, háblame blasfemias para susurrarlas cuando no estén nuestros mayores. Háblame cosas que no entienda, háblame fuerte contra la pared. Háblame bonito, háblame en silencio mudos que consumen el espacio hasta límites que solo nosotros entendemos.
Háblame sobre el frío, háblame sobre lo que me ha pasado, háblame sobre lo que no sabes. Háblame sobre como olían tus sábanas después de guerras que se alargaban todo el fin de semana. Háblame de como eran mis piernas antes de que cruzaras el umbral. Háblame de como quedaron cuando te marchaste, pero sobre todo, cuando me marché yo. Háblame de lo que ha pasado, o de lo que crees que ha sucedido. Háblame para no dejarme hablar más de la cuenta, háblame para quemar vacíos superficiales. Háblame de cada discusión, háblame de cuanto darías por poderlas revivirlas. Háblame de las reconciliaciones, de las dulces y largas reconciliaciones. Háblame del parque, háblame del tiempo. Háblame de tu madre y sus cigarrillos, háblame de mi padre y sus problemas financieros. Háblame del futuro, háblame con los ojos brillantes de los que saben que hay cosas que están destinadas a no suceder. Háblame a través de las cristaleras, háblame con sabor a cerveza fría, y con demasiada espuma para mi gusto. Háblame a rallas. Háblame de tratos, háblame de golpes de suerte, háblame de portales lluviosos, háblame de tu portal. Háblame de tus habilidades para cocinar, háblame sobre las pocas veces que hice yo de comer. Háblame del pez. Háblame de los libros que quedaron olvidados en tu casa, háblame de las camisetas que siguen en mi habitación. Háblame de chocolate en barra caliente, háblame de galletas imposibles de comer. Háblame de café, y háblame de limón. Háblame sobre todo aquellos con lo que te quedaste con ganas, háblame sobre lo que yo me callé. Háblame sobre lo que te dejé hacerme, háblame de hasta donde te dejé llegar, háblame de lo que sabes de mí Háblame de lo que te gustaría saber. Háblame de lo que tienes miedo a saber, háblame de lo desconocido. Háblame de mis miedos, háblame de tus virtudes. Háblame de lo que me ofrecías, y háblame de lo que me llevé sin pedir ni permiso, ni perdón.
Háblame sobre lo que quieres oír. Háblame sobre el verano. Háblame una vez de junio, una de julio, y dos de agosto. Háblame mucho. Háblame sin prisas, háblame sin pelos en la lengua. Háblame con educación, háblame sin enfadarte, háblame sin hacerme llorar. Háblame como tu sabes, y háblame como yo no recuerdo. Háblame con miradas, háblame sin verme, háblame en la intimidad, háblame con el subconsciente. Háblame de maletas, háblame de aviones y aeropuertos. Háblame de como te quedaste, háblame de como me marche sin despedirme. Háblame de como era yo y, sobre todo, háblame de en que me he convertido. Háblame de monstruos, háblame de cuentos que acaban mal. Háblame de malos que triunfan.
Y, si eres capaz de hablarme de todo esto sin cambiar la expresión ni una sola vez y, ante todo, sin marcharte con los puesto y sin pagar, me lo creeré. Hasta entonces, seguiré hablando yo sola sobre todo lo que podría pasar si abrieras la boca y -sobre todo- si la abriera yo.