domingo, 27 de noviembre de 2011

sábado, 19 de noviembre de 2011

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Dicen que las cosas más bonitas siempre tienen una explicación. No solo las más bonitas, si no también las más sinceras. Quizás porque sean tan sinceras, tienen un porqué; no lo sé.

Pero también hay quien dice que es mejor no buscarle aclaración, y dejarlas tal y como están; sin molestarlas mucho, pero sin dejarlas atrás. Tenerlas presentes, disfrutarlas, vivirlas, sin saber a ciencia cierta de donde vienen -o a donde van-.
Pueden llamarlo carpe diem, disfrutar el momento, vivirlo al máximo, sin preocuparse del después... como quieras, hay mil nombres, mil historias, mil personal, mil relaciones y tres millones cuatrocientas setenta y ocho mil quinientas doce palabras perfectas referidas a eso*.

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*y nadie se pregunta de donde vienen -ni a donde van-.


viernes, 18 de noviembre de 2011

Decir basta.


Darlo todo, en parte, queriendo intentarlo, para llegar a más. Siempre a más, mucho más que antes. Y otra vez, día tras día, hasta que falten las fuerzas y no puedas casi ni respirar. Parar para tomar aire, y seguir. Poco a poco, esfuerzo tras esfuerzo.
¿Pero qué pasa cuando no eres tú la que decides parar? ¿Qué pasa cuando es tu cuerpo el que decide por ti? Pasa que realmente, da todo igual. Es una pequeña batalla, en la que quieras o no, llevas las de perder siempre. Ahí es cuando realmente te das cuenta de lo simples que podemos llegar a ser, que por mucho que lo deseemos, si el cuerpo no te lo pide, no vas a poder seguir hacia delante. Y esperar.

Porque solo queda esperar a que realmente puedas, sintiéndote inútil día a día, un poco más.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Tiritas de corcho mojado.


Tengo miedo. Sí, mucho miedo; miedo del que te nubla los sentidos y hace que no pienses con claridad. Ese que hace que te quedes helado, en el sitio, sin saber que hacer, mientras pasa por tu espalda un escalofrío casi glacial. ¿Sabes de lo que hablo? Si es así, sabes que esto pasa porque en el fondo de ti, hay algo que te dice que ya no hay vuelta atrás.
Dicen que es una de las sensaciones más bonitas que puedes vivir, porque sabes que es de verdad, y que el resto sobra. Ya, hasta ahí puedo incluso llegar a comprenderlo, pero ¿qué hay de cuando se acaba, cuando ya no queda nada entre vosotros? ¿Borrón y cuenta nueva? En serio, nadie es capaz de eso, aunque intenten levantar la cabeza y digan que sí. Yo no me lo creo, porque donde hubo algo, siempre quedan cenizas, aunque sean pequeñas. Sabes perfectamente que no podrás mirarlo a la cara como antes, ni que estar a solas significará lo mismo.

Solo queda esperar a que cierre la herida, en silencio, sin hacer demasiado ruido, para no despertar a los recuerdos. Y por más que intentes cerrarla, más lo recordaras. No la tapes, es mejor que cure al aire; no intentes buscar en otro lo que encontraste en él, es peor.

Así que sí, tengo miedo. Miedo a que no me lleguen las tiritas para tapar la herida (*si, había dicho que es mejor no taparla; pero soy demasiado cobarde para enseñarle al mundo lo que perderé). O, si me llegan, que me hagan más daño del que hace la propia herida.