domingo, 26 de mayo de 2013

For living.



No me gusta no saber que va a pasar. Quiero todo calculado, de manera exacta, sin dejarse llevar más que lo justo. Ser la mejor, porque ya he ganado a ello. Por eso me da miedo la oscuridad, porque no sé lo que hay delante; me dan miedo las despedidas, porque no sé que toca después. Quiero conocerlo todo antes que nadie.
Pero luego, llegas tú, y desmontas mi torre de marfil, casi sin pedir permiso, abriéndote paso en movimientos lentos, cálidos y seguros, para que no tiemble y me derrumbe. A susurros, haces que desaparezca todo en lo que me escondo; podría decirse que me confundes, que eres capaz de hacer que deje de pensar, de analizarlo todo. Y todo ello, sin dejar de sonreír, de mirarme como si se detuviera el tiempo, o quizás me parecía a mi. Desbastando mis planes, mis ilusiones y fantasías de final feliz, adaptándolo a algo más real, más cercano para rozar despacio, sin prisa. Porque por tener, teníamos todo el tiempo del mundo, recortando los descansillos y las llaves que no llevan a ninguna puerta. 

¿Y qué opino yo? Que ahora mismo, estoy cansada de darle vueltas a todo, buscar porqués, y no ilusionarme. Y solo quiero pensar que esto va a cambiarlo todo, por ilusa que parezca. ¿Miedo? Puede, rompiendo la norma de nunca tengas miedo; ¿miedo a qué? A perder, a perderme, a perderlo todo. Porque quedan dos semanas, dos regalos de un ciclo macabro que viene a reírse. La verdad, últimamente el karma me las está devolviendo todas, de una manera más o menos irónica, porque no son puñaladas de veneno; son puñaladas con amor. Quizás, porque se ha dado cuenta de que como hagan daño, me voy a acabar rompiendo de verdad. Y no creo que me lo merezca, tampoco.

Noches para no pensar, mañanas para reflexionar. 

viernes, 17 de mayo de 2013

Move on.


Somos egoístas  Devoradores de pensamientos, momentos, personas, instantes, emociones. Somos depredadores, perros de caza, que quieren todo. Nunca estamos conformes con nada; somos ambiciosos, arrogantes, desesperantes, consumistas, entusiastas. Sumidos en nuestro propio ciclo de querer y conseguir al instante. Está en nuestra naturaleza, en nuestro ADN, en nuestro instinto básico. Queremos más, exigimos más, necesitamos más. Y nunca, nunca, nunca, nos damos por satisfechos.
Podemos pasarnos meses, años incluso, deseando que algo suceda. Ser amados, aprobar unas oposiciones, conseguir un ascenso, ganar la lotería  Pero, por alguna absurda ley del universo que no estamos preparados para conocer, o que, simplemente, no queremos hacerlo, no nos va a parecer suficiente. Querremos a otra persona, el trabajo nos decepcionará, seguirán decidiendo por nosotros, no seremos lo suficientemente ricos. 

Y ahora, cuando tengo lo que quería, me doy cuenta de que sigo en el punto muerto en el que llevo desde septiembre. No hay quien me mueva de ahí, quien me saque del pozo. Una vez, alguien me dijo que todos teníamos a esa persona, esa que nos ha marcado. Yo la tengo. Pero que, con el tiempo, seremos capaces de superarla, y continuar; la verdad, eso es lo que espero, porque no entraba dentro de aquel consejo. No es justo, ni para mí, ni para él. Lo peor, es que supongo que el se sentirá así también. Viene de una historia con prólogo y epílogo, cuando la mía no tenía ni un capítulo. Así que es normal que esté en el mismo sitio que yo, o incluso peor. Tengo la sensación de que nos estamos engañando el uno al otro, queriendo ser algo que podríamos haber sido, si no nos hubieran marcado antes. Quien sabe, quizás él hubiera sido quien me hubiera marcado a mi. No lo sé, y tengo claro que jamás lo sabre. No soy sincera, ni con él, ni conmigo misma, pero ¿alguna vez lo he sido? Callar y tragar, ley de vida.
Todo se mueve, todo cambia. Tres meses, quizás incluso menos. Tampoco me merezco aguantar, pero es lo que toca. No quiero verlo como algo así. Aunque tengo claro que, para superarlo por fin, tengo que marcharme. Lejos, lo más lejos que pueda. Y aún no sé si, a más de mil kilómetros de casa, estaré lo suficientemente lejos como para volver a empezar. 

¿Cosas que tengo claras? Nunca dejes que nadie te marque. Te arruinarás la vida. 

sábado, 11 de mayo de 2013

Stand by state.


Y un año después, volvemos a estar en el mismo punto de inflexión, en el mismo lugar donde todo empezó  sin llegar a empezar, realmente. ¿En el mismo punto? No del todo; con más experiencia en el costado, y un par de cortes de más, que no tendrían que estar ahí. Pero de todas formas, ya no existe la excusa de intentarlo, para ver que sucede. Son tres meses en juego, un poco más. Tres meses que me niego a volver a pasarlos como los tres últimos. 
No. Por primera vez, quiero apostar sobre seguro, no dejar nada al azar. Y de hacerlo, hacerlo bien, sin complicaciones, meteduras de pata, ni sobresaltos o giros inesperados. Quiero estar segura de que no voy a perder nada, porque con lo que tengo me sobra, me basta, estoy completa. No quiero equivocarme, aunque quizás, lo mejor sea hacerlo. Ser yo quien ser ria del personal cuando nadie se lo espere.

Pero aunque me guste pensar que puedo llegar a ser capaz de hacer algo así, en el fondo sé que no. Sigo esperando a que los deseos se cumplan, y a que mi historia de cuentos de hadas se haga realidad. Pero no existen, y estoy ya en una edad en la que tengo que empezar a asumirlo. El tiempo se acaba, y cuando empieza la guerra, cualquier agujero es trinchera. Interpretarlo como queráis, pero es una realidad. Por otra parte, me encanta sentirme así. Puede que deseada, que feliz, que viva; que sé yo. Lo importante es que, después de mucho tiempo, estoy feliz conmigo misma. ¿Del todo? No, nunca es suficiente, la perfección no existe. Hay pequeños detalles que querría cambiar de mi vida, algunos no tan pequeños. Estoy en ellos, con tiempo, paciencia y constancia. 

El problema, el verdadero problema, radica en cuando acaben esos tres meses. Me da miedo. Mucho. Tengo delante de mis un mes de infarto, de dolor, en el que se decide mi vida entera. Y, sinceramente, acojona. Y después, empiezan mis tres temidos meses. No tan temidos como el que viene; es cuestión de prioridades. Pero esos tres meses... Puedo hacer de ellos los más felices de mi vida, la cuestión es cómo. Libre, perdida en incertidumbre, y con gozo espontaneo, misterioso y pasional. Atada, segura, placer total. No hay mucha diferencia, simplemente que son demasiados años encadenada a la primera opción; no por obligación, sino por gusto. 
Y de repente, te lo replanteas todo. Tu modo de ser, de pensar. Sin más. No lo entiendo, tampoco busco entenderlo. Simple, fácil, sin dolor, ni preocupaciones.