martes, 31 de marzo de 2020


No sé explicar que es lo que me pasa. 

Creo que no hace falta que explique qué es lo que está sucediendo en el mundo. Así que no voy a hablar de eso, pero tampoco quiero hablar de mí. Tengo la necesidad de hacerlo, la verdad. Porque no estoy bien, pero no estoy mal. No estoy del todo bien, ni del todo mal. Estoy y respiro, y me levanto de cama por las mañanas, y sonrío, y a veces bailo, y a veces lloro. Y me vuelvo a dormir. E intento trabajar, y me visto como si fuera a salir a la calle, pero no hago nada. Estoy. Existo y tengo funciones vitales bastante normales; y estoy feliz con ello. Pero no soy feliz. Y tampoco soy infeliz.

He llegado a un punto en el que creo que me definiría como la viva imagen de la resignación y la
procrastinación. Quiero y tengo que hacer muchísimas cosas (aunque en realidad no son tantas, y perfectamente podría haberlas hecho ya), pero no soy capaz de concentrarme, de inspirarme, de centrarme en lo que hago y pienso. Me estoy dedicando a divagar y a autoconvencerme de que estoy siendo productiva, cuando no he sido menos provechosa en mi vida. Jamás. Tengo un documento abierto desde hace seis días, y solo he sido capaz de escribir tres palabras. Y es mi nombre. Pero no me importa. Y estoy bastante impresionada con este nivel de pasotismo que estoy desarrollando, y de ser consciente de que cuando este pase me voy a llevar la hostia del siglo. Y sigue sin importarme.

Esta es la tercera semana que estoy encerrada en casa. La primera fue un encierro forzoso, esperado, deseado, y provechoso. Me dediqué a hacer lo que esperaba de mí, e incluso más. Se me propusieron cosas exigentes y demostré ser capaz con creces. La mitad de la segunda semana fue similar, con un añadido de ansiedad y presión, y luego todo cayó en picado. Desconecté del mundo, de mí misma, de mi alrededor. Durante un par de días fui un ente que estaba y aparentaba, pero esas horas de mi vida parecen no haber existido. Ni sentía ni padecía, era la apatía hecha persona. No me apetecía nada, no disfrutaba de nada, pero tampoco me aborrecía. Estaba, y aquello era suficiente. Y estamos en la tercera semana, he comenzado a remontar, y me encuentro bastante mejor. Pero sigo sin ser productiva, siendo apática, estando resignada a que los días pasan, no hago nada con mi vida y estoy bien con ello. Lo malo es que si las cosas salen bien (como tienen pinta de pasar), en unas semanas se me va a presentar una oportunidad importantísima, en la que tengo que dar todo lo que tengo, y ahora mismo no tengo nada. No me estoy preparando, y voy a correr el riesgo de tener que dejarla pasar. 
Entonces, lo que parecía un paso adelante en ganar estabilidad y paz mental, es un indicio inequívoco de que estoy volviendo a autosabotearme.

Y eso sí que lo entiendo, y tiene sentido.

He podido demostrar que merezco la pena, que soy capaz de gestionar lo que me den y sobresalir más que el resto. Y ahora es mi momento de recoger lo que he trabajado, de que se me reconozca, de brillar. Y estoy haciendo, inconscientemente, todo lo que está en mi mano para que me hundan en la miseria. Y puede que me esté dando cuenta de esto ahora mismo mientras escribo (para no trabajar), y estoy empezando a preocuparme. Porque de ser así, no me lo perdonaré en la vida. Y creo que sé que es lo que va a pasar, y de querer y poder cambiar, este es el momento. Todavía no es demasiado tarde, y está en mis manos. Solo tengo que sacar la fuerza para hacerlo y comenzar, pero hacerlo ya,
porque el primer paso siempre es el más duro. Y sé que en cuanto lo dé, el resto vendrá rodado. Porque ya he estado más veces en este estadío de querer comenzar, y no ser capaz, y posponerlo a más no poder. Nunca he perdido del todo una oportunidad importante, pero tampoco nunca he sobresalido del todo. Y este es un momento muy especial, muy único. 

¿Puedes hacer el favor de no joderla esta vez? De ser normal, de hacer lo que se espera de ti, que de momento no es mucho. De perdonarte y dejarte avanzar, de ser consciente de que sí que tienes voz y te mereces estar aquí. ¿Es tanto pedir? Ya has sufrido bastante, ya te has castigado lo suficiente. Ya está bien. Haz lo que tienes que hacer, aprieta los dientes a poquitos, y comienza a caminar. Ya está, ya ha terminado el purgatorio, ya has pagado todas las deudas que debías. 

Este es el momento en el que termina el ciclo. Solo tienes que permitirte abrir los ojos y comenzar. No es difícil, lo has hecho más veces. Suelta la cuerda. Déjalo ir. Ya está. Estás bien. Estás tranquila. Estás preparada. 

Ya está.

jueves, 12 de marzo de 2020

Resultado de imagen de tumblr gilr hand

No sé si me duele más tu indiferencia o la mía.

Menos mal que esta casa tiene dos habitaciones, y menos mal que soy capaz de reunir fuerzas para refugiarme lejos cuando tiemblan las paredes. Menos mal. Porque sino habría reventado mil veces, sino habría cerrado más veces las puertas que abierto las ventanas, sino me habría dado la vuelta para no volver. Sino habría regresado sobre mis pasos, pero a los que dí años atrás cuando todavía era capaz de pronunciar mi nombre. Cuando todavía me brillaban los ojos. Cuando todavía sonreía de verdad. Cuando todavía era yo.

No se me está dando nada bien ser adulta. Pensaba que estaba preparada, que todo vendría rodado, que después de tanta hostia sobre hostia podrái apretar los dientes un poco más. Pero no. No estoy preparada, no me sienta bien, no puedo más. Porque nada es suficiente y todo es demasiado al mismo tiempo, y no sé como gestionarlo, y no sé si quiera si quiero gestionarlo. O simplemente cerrar los ojos y los puños y esperar que pase. Y asentir y dejarme llevar y rezar a quien sea por que cuando esto termine me pueda permitir ser feliz. Y respirar. Y descansar. 
Porque esto no es vivir, esto es sobrevivir. Y se me da fatal, porque me sigo ahogando después de haber leído el manual millones de veces. Porque la teoría me la se, pero me fallan los pulmones, el pulso, las costillas y las mejillas. Me falla la razón y el juicio. Me fallan los nervios, la ansiedad y las hormonas. Me falla la armadura que dejé en Travessera de Dalt. Me fallan las mentiras. Me falla conformarme. Me falla ser sincera conmigo misma y saber que es lo que quiero, y que estoy dispuesta a hacer por conseguirlo. Me falla ser valiente.

Por que si fuera valiente, ya me hubiera marchado. Ya hubiera desaparecido y habría comenzado otra vida, mi vida de verdad. Habría vuelto a empezar de cero, sabiendo lo que sé ahora. Y me hubiera permitido ser feliz, en vez de seguir dando vueltas sobre el mismo calvario, día tras día. Pero soy incapaz de romper el ciclo, de alejarme de esto. Porque tengo miedo, porque me he hecho pequeña, porque sigo sin levantar cabeza después de tantas hostias. Porque creo que en el fondo de mí aún tengo esperanzas de que esto mejore, de que vuelva al principio, de que desparezca el nudo den la garganta. Y luego despierto y soy realista; y veo que hay cosas que estaban rotas desde el primer momento, pero he ido ocultando dándole pataditas hasta que las escondía debajo de la cama. Y ahora, en ese hueco que solía ser oscuro y frío, está toda mi vida en cajas de cartón. Todos los recuerdos, todas las emociones, todo lo que era y que dejé escapar. Y por eso no dejo de llorar, no dejo de ahogarme, de arañarme las palmas de las manos. Porque sé que lo tuve y lo perdí. Y no sé que hacer ahora, además de seguir girando y girando. 

Pero lo estoy intentando, y se me está dando fatal. Porque estoy intentando conformarme, y no soy capaz. No cuando sigo soñando con antes, cuando sigo escuchando lo que me hacía sentir viva, cuando sigo rememorando cada segundo y cada gota de agua de mar. Y cada vez soporto menos todo esto, cada vez tengo menos paciencia, cada vez me siento menos atada y puede que un poco más valiente. Pero todavía no. Pero ahí estamos. Cada vez siento menos lo que me rodea, y poco a poco voy volviendo a levantar la coraza. Y al menos tengo eso. Al menos tengo la pequeña esperanza de qu elo estoy intentando, pero conformarme tampoco se me ha dado bien jamás. Y así estamos. Peleando contra lo que no somos pero que parecemos ser por no ser lo que realmente deberíamos ser.