domingo, 12 de abril de 2020


Mañana vuelvo, y tengo miedo.
No estoy preparada, no estoy lista, se me acelera el pulso y se me nublan los ojos. No soy capaz de aclararme la garganta y entonces, ¿cómo voy a ser capaz de hablar por mí misma? De explicar lo que quiero hacer, en lo que puedo contribuir. Tengo miedo, y sé de dónde viene este miedo.

Viene del fallo. De su voz resonando en mi cabeza en bucle, diciéndome que está decepcionada, que soy un error, que no debería haberme ido de donde me fui -donde todo ahora parece más fácil-, que me he equivocado. Que no sirvo para esto, que soy un fraude, que todo es mentira. Que me sujeto de dos patas muy finas y que nunca he sido buena haciendo equilibrios. Y mientras oigo todo eso, una y otra vez, se me inunda el pecho, la presión aumenta, comienzo a ahogarme, a temblar, a perder el sentido. Y solo quiero asentir, cerrar los ojos y esperar que todo pase rápido. Solo quiero pasar desapercibida para no recibir un golpe más. 
Viene de ponerme siempre en lo peor. De perder el control, de no saber respirar tras exhalar, de tener confianza en mí y en lo que hago. Porque me he perdido y, aunque llevo mucho tiempo diciendo que debo reencontrarme, ser capaz de componerme y de levantarme. Pero mantengo mi palabra durante un par de días, y vuelvo a caer. Y sigo en esta espiral girando sin control. Y no sé cómo parar, no sé cómo volver a ser yo. No sé cómo levantarme y ser fuerte, no se apretar los dientes. Y se nota a leguas que no puedo más. Que me conformo. Que no soy feliz. Y todo es porque puede que en su día me deconstruyera y me destruyera para volverme a construir, pero lo dejé a medio camino y me sumí en este sin vivir de ideas y venidas sin sentido que parece no terminar. Y ahí estoy, en mitad de la nada, sin ser del todo, pero sin dejar de serlo, perdiéndome aún más día a día, y luchando para no hacerlo del todo. Y no puedo más.

Tampoco sé que hacer. Me consumo reviviendo recuerdos de la última época que considero feliz del todo y no consigo más que hacerme daño, que perderme en historias terminadas y en momentos cortados que se me clavan en las costillas. Y vuelvo a quedarme sin aliento y a arrastrarme por el suelo polvoriento buscando ayuda. También he vuelto a intentar escribir, y a leer, y a escuchar música, pero todo ello no hace más que devolverme a lugares que hace demasiado tiempo que no visito, y que solo me traen buenas imágenes y culpa arraigada por haberme permitido perder lo que tenía. 
Porque donde estoy ahora, me siento encerrada. Siento que es un castigo, que solo tengo que aguantar un poco más para poder salir de aquí. En otro momento, cogería maleta y huiría a la estación más cercana, pero no puedo hacerlo. Porque tengo miedo, porque soy una cobarde. No puedo huir, y solo puedo esperar a que pase, y continuar en este sin vivir. Dando vueltas, consumiéndome, sufriendo día tras día. Llevo año y medio condenada y no sé cuánto más me queda. Siento que he vuelto atrás en el tiempo, a hace siete años, pero que no tengo más opciones que continuar aguantando. Y esto no es lo que esperaba de esta etapa de mi vida. Echo muchas cosas de menos y puede que estar estancada en el pasado y no haber recibido en el presente lo que esperaba me haga doler tanto. Pero no sé pasar página, no sé cómo archivar cinco años de existencia, ponerles punto final y continuar. También puede ser porque hui de esa vida pensando que estaría mejor, y me encerrado en cuatro paredes y tirado la llave por el sumidero. Puede ser.

¿Y ahora qué hago? ¿Cómo me enfrento al mañana si ni soporto el hoy? ¿Cómo acepto que me equivoqué, que me condené? ¿Cómo asumo que todo está mal, que estoy rota, que no soy capaz de recomponerme?