No quiero esta vida, y tengo que escribirlo para no volver a olvidarlo.
No merece la pena, no es lo que quiero hacer con mis días y mis años. No es lo que me hace feliz. No valen la pena los buenos momentos, las grandes victorias, los minutos de fama. Nada merece la pena en comparación con lo que estoy dando y dejando por el camino. Esto tiene que acabar, y cuando lo haga no tengo que permitirme volver sobre mis pasos, cuando solo aparezcan en mi cabeza las buenas sensaciones. Que las hay, por supuesto. Sería una hipócrita (y una masoca) si solo pensara que en esto únicamente hay cosas malas. Está claro que lo bueno, lo positivo, es muy bueno y muy positivo. Pero haciendo balanza, no merece la pena.
No compensa ahogarme todos los días, aunque ahora esté mucho mejor en ese aspecto y sea capaz de protegerme casi siempre. No merece la pena el estrés, la ansiedad, en sentir que no es suficiente, que siempre llegas tarde cuando aún no ha sonado ni siquiera el pistoletazo de salida. No, para nada. No merece la pena las horas de más, el tiempo de menos para ser feliz, el perseguir sueños inalcanzables mientras te hacen creer que es culpa tuya. No estoy en este mundo para eso, y no quiero seguir así.
Terminaré, por supuesto que lo haré. Porque soy así. Porque una vez me embarco en algo, tengo que tenrminarlo, aunque sea de rodillas y con las entrañas del revés. No importa, porque lo haré. Pero después, cuando haya pasado la calma y, como digo, solo quede lo bueno, tengo que ser capaz de recordar este momento. El dolor. De espalda, de cabeza y de alma. El pesar y la fatiga, la desilusión, el ver como este mundo debora todo lo que tengo, todo lo que soy, y todo lo que quiero. Porque sino, si no soy capaz de cerrar los ojos y evocar todo esto, la rueda volverá a girar y me volverá a engullir. Otra vez, otro pedazo más de mi vida que se irá sin haberlo siquiera vivido. Y ya está bien, ya he dado suficiente, ya he probado y este es mi veredicto. Ya está bien.
Y esto no quiere decir que no tenga ambición, que no quiera sentirme orgullosa de mi misma, que no me vea capaz de hacer grandes cosas. Por supuesto que no. Pero no estoy dispuesta a hacerlo a cualquier precio. Y yo voy antes, que es algo que estoy aprendiendo los últimos años, a las malas. Siempre voy antes, porque lo que tengo no se recupera, y tengo que decidir en que lo invierto. Y no quiero seguir invirtiendo y apostando por esto. Que me hace feliz, tremendamente feliz; pero increiblemente desdichada. Saca lo peor de mi en todos los sentidos, y no me siento representada por lo que hago, lo que digo o como me comporto más de la mitad de las veces. Entonces, llegados el momento, cuando se plantee la encrucijada de lo que debo hacer con los siguientes pasos, tengo que prometerme ser capaz de tirar las armas. Ya está bien.
De todas las cosas que me he podido escribir para la persona que seré en el futuro, esta es (si no la más) una de las más importantes. Tienes que dejarlo. Tienes que ser feliz, mereces serlo. Tienes que tener tiempo para hacer lo que quieres, realizarte, vivir más allá de pipetas y puntas. Este mundo está hecho para ti, pero no es lo que necesitas. No es lo que quieres. Encontrarás tu lugar.