sábado, 30 de mayo de 2020


¿Sabéis qué sentís cuando os encontráis bien?

Porque yo no. Yo no lo sabía y sigo sin saberlo, pero ahora sé que no lo sabía. Siempre ha habido algo que está mal y que no me deja ser del todo, ni estar presente del todo. No sé si es una cualidad o algo que puedo cambiar, pero tampoco entiendo que he de cambiar. Pero sé que nunca estoy del todo, y no sé qué es estar, ni vivir el presente, ni disfrutar el momento. Porque estoy, al mismo tiempo, en dos realidades paralelas.

Me absorbo y encierro en una burbuja a la mínima que pierdo la atención completa en algo, y tengo una facilidad pasmosa para ello. Desconecto, me ocupo de otras cosas, que enlazo con otras. Dejo de ver y de oír, de sentir, de oler, de respirar el mismo calor que la gente que me rodea. Sé que mi cuerpo sigue estando donde está, pero yo no estoy allí, ni tampoco estoy en ningún sitio. Simplemente, existo porque sé que sigo haciéndolo, pero no sé en donde, ni la razón de ello. Así que he llegado a la conclusión de que no sé qué siento, ni por qué. Pero esto no es algo nuevo.

Lo que es novedad es que está claro que, sin poner los pies en el suelo, de ser consciente de todo lo que me rodea día a día, de tener el control sobre ello, es imposible ser feliz. Porque siempre, en todo momento, me va a estar rondando algún problema, algo que está fuera de lugar, algo que puedo mejorar o hacer mejor o cambiar o destruir o huir. Y que no hago, porque tengo que estar aquí y ahora, pero no quiero. Y es un constante tira y afloja que llevo ignorando veinticinco años, fustigándome porque no soy feliz, porque no valoro lo que tengo, porque no disfruto con quien soy. Pero la realidad es que no puedo hacerlo, y ya está.
Así que, si esto es lo que me ha tocado vivir, tendré que aceptarlo y aprender a vivir con ello. Yo no estoy bien o estoy mal; yo estoy mejor o estoy peor que el día anterior, o que la semana pasada, o que hace dos años. Estoy más o menos hundida, más o menos tranquila, más o menos con la ansiedad por las nubes y sin control. Pero no estoy bien. Jamás voy a estar bien. Porque jamás voy a tener el control sobre todo, la cabeza tranquila y despejada, la angustia fuera del pecho. Es imposible, pero es mi realidad. Y es como soy. Y no hay más. 

He de decir que estoy mejor. Leo lo que escribía hace unos meses, hace un año, y no puedo sentirme identificada, así que asumo que estoy haciendo las cosas bien. Cada vez tengo menos miedo, cada vez me derrumbo menos, cada vez tengo más el control sobre las cosas que me importan y no permito que se queden con lo que es mío. Cada vez vuelvo a ser más quien fui, y estoy contenta con ello. Estoy satisfecha. Estoy algo más tranquila y sonrío cada vez más. Hablo más, salgo más de casa, disfruto más. A veces, soy capaz de estar presente del todo. Tengo más claro que es lo que falla en mi vida, que es lo que necesito cambiar, y que es lo que estoy haciendo. Estoy tomando las riendas de lo que dejé ir  hace mucho, y estoy orgullosa. Estoy volviendo, estoy recogiéndome y cuidándome, aunque no lo suficiente. Sigo trabajando en ello. Pero ahí estoy.

No estoy en el mejor de los momentos, pero tampoco estoy en el peor, así que lo contaremos como victoria por ahora.