martes, 27 de diciembre de 2011

Sublimente


Soy genial. A ver, sé que no está bien que me eche piropos a mí misma -aunque bien pensado, si no lo hago yo, ¿quién lo va ha hacer?-, pero ¿quién es capaz de negarlo? Sí, es verdad que llevo dos días dando vueltas y vueltas en mi cabeza, imitando a una noria de feria, al mismo tema, a la misma persona, a la misma cara. Sí, a veces, en estos días, he llorado en silencio, le he odiado, he sonreído como una estúpida al recordar cosas graciosas, le he dado la razón en mi habitación cien veces, y se la he quitado en ciento dos ocasiones.

Pero soy genial, perfecta, la mejor de todas. Soy retorcidamente encantadora, perversamente increíble. Una chica única; una especie en peligro de extinción. Porque hoy, me ha venido a ver, con su estúpida sonrisa perfecta en la cara. Y no, no he saltado a sus brazos, no le he pedido que nunca mas me volviera a dejar, no le he echo caso a sus palabras bonitas. No he dejado que me besara, ni que me me dijera lo que quería escuchar. Me ha abrazado, eso sí, de esa manera que a mi me encanta, con los ojos cerrados y los brazos abiertos. Y ha intentado, una y otra vez, encontrar a la chica que le quería -para que engañarnos, aún le quiero. La misma que solo le miró a la cara para decirle que no entendía que había pasado, y que necesitaba que se lo explicasen todo, punto por punto.

En serio, soy genial. Y no lo digo yo, me lo acabas de decir tú. Lo siento, ahora has echo que me lo crea, y nadie ni nada me va a parar. Acabas de despertar a una fiera -grr-.

*sublime.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Estoy intentando contarte


Y al final, mi deseo desesperado de Navidad, aquel que pedí en voz baja, gritándolo con ojos llorosos a la noche, esperando que lo oyeras, se ha cumplido. Por desgracia, porque esta mañana me he despertado con los ojos aún llorosos, jaqueca grave y las manos frías. La nariz mocosa, el animo por los suelos, la sonrisa triste y forzada. Por suerte, porque hoy solo he llorado a ratos, pero podía hablar, al menos con la voz entrecortada, pero algo es algo. 

La verdad, es que no ha sido tan malo como creía. Es más, de momento no hay nada definitivo. Simplemente, me diste tu opinión sobre algo que puedo -aunque en realidad sea podemos, pero duele menos pensar que es culpa mía, y que en el fondo sepamos que es mentira- cambiar de manera fácil, con un poco de lo que ya sabes que puedo dar. O eso creo.
Y créeme, hoy va a ser una noche que no vas a olvidar. Porque ayer yo te escuche a ti, aguantando las lágrimas, leyendo lo que no quería leer, por no oírlo. Comiéndome el orgullo, los buenos momentos. Eso sí, después me dijiste que había sido increíble, sin queja. 

Pero ahora me toca a mi dejarte claro que no soy así, que a mi no me vas a tener ni un día más llorando. Ni uno más, ni uno menos, a no ser que me des un motivo. Y de momento, ese no vale. 

[...] lo que nunca imaginaste.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Tenían razón,


No sé lo que pasa. No lo entiendo, la verdad. Fue de un día para otro, sin dar explicaciones. Pasar de todo, a nada en un instante. Y no sé en que instante, ¿qué paso? Y llevo ya muchos instantes perdidos pensando cual es el que me falta, el momento justo y preciso en el que se ha dado la vuelta el mundo, sin aviso previo.

Un día me dijiste que era genial que hubiera esa sinceridad entre nosotros. Sí, era genial. Repito, era. Porque ahora mismo no se si hay, no hay, habrá, que hay. Sé que algo hubo, no sé lo que, porque ni si quiera llego a entender el porqué del ahora. 
Me han dicho de todo en estos últimos dos días: que sería y que no serías capaz, que si la noche confunde y que el alcohol aturde demasiado, que si es una etapa o que si he sido una ilusa todo este tiempo. He oído muchas versiones de una misma historia, pero aún me falta una. Quiero tu versión, ahora, rápido. Eso es lo que pido por Navidad, mi regalo de última hora. Aunque me acabe doliendo, dudo que sea igual que lo que estoy pasando ahora. Así que, por favor, como antes: que no haga falta que te lo pida, para que sepas que lo necesito.

*duele menos el dolor, que el no saber.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Se fue trás luces pálidas.


Estoy hundida, destrozada, acabada. Un asco, vaya. No tengo ganas de nada, solo de meterme debajo de las sábanas y gritar. No, gritar no, que así se dará cuenta todo el mundo. Me llega con llorar, pero llorar con rabia, para poder echarlo todo lo que me está recomiendo por dentro y acabar de una vez con esto. Cerrar carpeta, pasar página, hacer borrón y cuenta nueva. Pero, ¿sabéis qué? Que no me sale ser así, tocar fondo y quedarme abajo. Y menos por algo que aún no sé si es cierto.

(A veces, cuando leo historias de pequeñas escritoras en blogs, me doy cuenta de que mi vida valdría perfectamente para una de esas historias, y me he planteado muchas veces si escribir sobre mí sinceramente. Después llego a la conclusión de que no serviría para nada, porque nadie lo leería. Pero sería genial, la verdad. Quien sabe, igual, ahora, lectores anónimos se encargarían de darme ánimo. No lo sé.)

*quizás sera mejor marcharse.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Diez minutos de silencio


No hay nada peor que dudar en ti misma. Es verdad, es lo peor que puedes hacer, lo últimos. Porque si te falla todo el mundo, por lo menos sabes que siempre te tendrás para lo que sea, para martirizarte aún más o para salir a la superficie por tu propio pie cuando nadie espera que lo hagas. Nunca, por favor, seas quien seas, aunque estés leyendo esto sin hacerme caso, dejes de creer en lo que puedes hacer. En tus posibilidades, tus ocurrencias, tus logros, tus sueños. Pero, eso sí, hay que ser un poco realista. Pero con ambición, que cojones; queriendo siempre un poco más, arañando la perfección en cada bocanada de aire, sin conseguirla -porque la perfección no existe, lo sabías, ¿no?-.

¿Y a qué viene todo esto? Simplemente, porque he dudado de mi. No hoy, la verdad, pero hace poco. Si hubiese pasado hoy, no estaría escribiendo; estaría en cama, envuelta en mil mantas que fingen ser abrazos de cartón, llorando lágrimas de cristal en silencio, con la música a todo volumen saliendo incluso por entre los auriculares. ¿Y porqué? Por no ser lo suficientemente buena para él -lo sé, el lo último que se podría esperar-.

Pero ahora, sé que lo soy, que soy la chica perfecta a mi manera; la chica que igual no necesitas -es mentira, lo haces-, es la chica que te quita el sueño y te da la sonrisa. La chica que me la da a mi misma.

*que hace que este tranquilo y me olvide del tiempo.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Realidad,


Me gusta viajar. Me encantaría poder recorrerme país tras país, y conocer a mucha gente. Sueño con poderlo fotografiar todo, y dar la vuelta al mundo una vez, y otra, y otra, hasta que no puedan caminar más mis piernas. ¿Te lo imaginas? Estar un día aquí, y al siguiente despertar en a-saber-donde. En una habitación nueva, en una cama nueva, al lado de alguien distinto, con otro acento, otro olor y otra sonrisa. Y después marcharte en silencio, sin dejar ni siquiera una nota al salir de la habitación, de puntillas, con la ropa en los brazos, y una sonrisa en la boca al pensar en que dirá al despertarse, donde te buscará, o si se ha creído la historia que le has contado.
Sería perfecto: en esta ciudad eres la pintora de cuadros modernistas de fama reconocida en Japón que viene en busca de inspiración para su próxima colección; en la siguiente, una loca secretaria a la cual su marido acaba de dejar; y en aquella de allá, una simple estudiante de intercambio que busca alcohol y música alternativa.

Pero en realidad, sé que no soy capaz de hacer eso. De marcharme sin decir nada de un sitio para no volver nunca más si, pero sin poner nada en juego. Porque cada vez que te dejas querer, poner un poco en la balanza. Dos veces, tres, cuatro. Y cuando quieres romper la balanza, todo lo que has jugado se rompe, se destruye, desaparece. Si, pero en tu contra, siempre en tu contra.


*¿soñar es tan perfecto?

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Posdata.


Nadie me gana a ser borde. Es verdad, soy la más borde; y para una vez que soy buena en algo, quiero se la mejor. También soy una de las más orgullosas; aunque no creo que la más, porque me parece que en eso aún me gana mi madre. Pero de todas formas, soy la mejor en algo. Y me gusta, o por lo menos, me gustaba serlo.

Ahora no. Me ha ido bien hasta hace poco siendo así, sin más, diciendo las cosas claras, y punto. Me ha ido demasiado bien, sorprendentemente bien. No sé ni como he llegado hasta donde estoy siendo así. Pero en este momento, ser como soy me está pasando factura. No me interpretéis mal, no voy a cambiar mi forma de ser. Antes de eso, lo dejo todo; y cuando digo todo, me refiero a absolutamente todo. Pero por seguir siendo la mejor en algo, voy a perderlo todo, absolutamente todo. ¿Absolutamente todo? Para eso aún queda mucho, pero de momento, esta en juego absolutamente algo -aún no soy capaz de creerme dependiente a algo-.

Simplemente, voy a intentar ser un poquito menos, para conseguir un poquito más.

*prometido.

martes, 6 de diciembre de 2011

No pido infinitos, ni siempres


No quiero castillos, cenas a la luz de las velas, películas ñoñas, bombones en forma de corazón. Ni columpios que lleven a las nubes, vestidos pomposos, coronas de diamantes, canciones dedicadas, sonrisas en la cara para siempre, champán francés, quedar bien. Ni morderme el labio, pasar las noches en vela, llevar el pelo perfecto, y la ropa adecuada. No quiero ser el prototipo de chica ideal.

Me conformo con un banco a la luz de la noche, anuncios de radio, magdalenas. Barandillas resbaladizas, chaquetas de plumas, los diamantillos que deja la lluvia en el pelo, saludar con canciones, risas que salen cuando menos te lo esperas, café, hacer el tonto. Usar los labio para no morder, dormir y soñar, ir en coleta y chándal. No ser la chica perfecta, ser la chica más tonta del mundo -pero del mundo mundial-.

*tampoco pido ni favores, ni nuncas.