Soy genial. A ver, sé que no está bien que me eche piropos a mí misma -aunque bien pensado, si no lo hago yo, ¿quién lo va ha hacer?-, pero ¿quién es capaz de negarlo? Sí, es verdad que llevo dos días dando vueltas y vueltas en mi cabeza, imitando a una noria de feria, al mismo tema, a la misma persona, a la misma cara. Sí, a veces, en estos días, he llorado en silencio, le he odiado, he sonreído como una estúpida al recordar cosas graciosas, le he dado la razón en mi habitación cien veces, y se la he quitado en ciento dos ocasiones.
Pero soy genial, perfecta, la mejor de todas. Soy retorcidamente encantadora, perversamente increíble. Una chica única; una especie en peligro de extinción. Porque hoy, me ha venido a ver, con su estúpida sonrisa perfecta en la cara. Y no, no he saltado a sus brazos, no le he pedido que nunca mas me volviera a dejar, no le he echo caso a sus palabras bonitas. No he dejado que me besara, ni que me me dijera lo que quería escuchar. Me ha abrazado, eso sí, de esa manera que a mi me encanta, con los ojos cerrados y los brazos abiertos. Y ha intentado, una y otra vez, encontrar a la chica que le quería -para que engañarnos, aún le quiero. La misma que solo le miró a la cara para decirle que no entendía que había pasado, y que necesitaba que se lo explicasen todo, punto por punto.
En serio, soy genial. Y no lo digo yo, me lo acabas de decir tú. Lo siento, ahora has echo que me lo crea, y nadie ni nada me va a parar. Acabas de despertar a una fiera -grr-.
*sublime.