A veces volvemos a caer en viejos vicios, que no son antiguos amigos, ni si quiera nos gustan. Pero realmente lo necesitas, aunque sea para entendernos un poco mejor a nosotros mismos. Para sentir que todavía estamos vivos. Probarnos, tentarnos. Y luego joderla. Hoy hablo de dos cosas a la vez.
La primera, la que me corroe por dentro, el pecado revuelto y que desapareció durante un año, que regresa en forma de otra persona, que hiere a otra distinta. El silencio, el misterio, las promesas que son más débiles que el papel de fumar. Las noches de más que se quedan en menos a la mañana siguiente, cuando sabes que has roto la única regla que existía, cuando no quieres respirar más que para dar la última bocanada antes de disparar. Contra ti mismo.
Y lo que es aún peor, la increíble poca culpabilidad que siento ahora mismo. Supongo que es porque no lo recuerdo demasiado bien, y quizás todavía no han vuelto a mi las imágenes de lo que realmente paso. El escudarse en demasiado alcohol, demasiado de todo, demasiada noche. Las horas en blanco, el mundo moviéndose demasiado rápido aunque mires a un punto fijo. Los árboles, la oscuridad, el terraplén. Un susurro, una promesa, unas palabras. Sin estar segura de que pasaba, quizás porque era consciente de todo.
La segunda, los tormentos del pasado. Que vuelven, que no se detienen, que te arrasan y abrasan sin pedir permiso ni perdón. Las dudas, las indecisiones, los monstruos interiores que regresan a susurrarte melosamente en la oreja que sigas, que no tienes límites, que te tintes, te hagas daño, te rompas, que calles y caigas de nuevo. Y no disfrutar, no gozar con ellos, pero saber que lo necesitas, que te lo pide el cuerpo, que tienes que cambiarlo. Necesito agotarme, sacar todo de mi, todo lo malo, todo lo que me está haciendo perder el control sobre mi misma. Renacer. Una segunda oportunidad. Y para ello, lo primero es cambiar lo de fuera. Necesito un cambio: de vida, de cuerpo, de ciudad. Huir, huir, huir. Eso ya no es necesario, es fundamenta y universal. Y lo voy a conseguir.
Mañana, mañana mismo empiezo de cero. Se acabó la persona vaga, perezosa, que se dejaba llevar a la primera de cambio. Ahora quiero ganar, ganar, ganar, y tengo dos meses para hacerlo, para dedicarme únicamente a ello. Tengo que ser capaz de callar a los monstruos de mi cabeza.