viernes, 27 de mayo de 2011

Genialidad.


Lo sé. Y lo peor es que tu también lo sabes. Tu me lo has enseñado: reconocerlo ya es un gran paso. Pues aquí estoy, dispuesta a reconocértelo todo. Tú, solo tú, me has abierto las puertas de lo perfecto, lo increíble; me has enseñado ese mundo mágico, la melodía ideal, la perfección echa sonido. Tú me enseñaste que hay algo más allá de lo comercial, que hay otras maneras de respirar, de ser valiente, de creer.
Ahora, que yo me he vuelto a equivocar, que nunca me lo vas a perdonar, quiero darte las gracias, por enseñarme una nueva manera de entenderlo. De entenderte. De entenderme. De entendernos juntos: yo sin derecho a decirlo, y tú, interesante extraño, perfecto iluso, tan solo crees que me he equivocado otra vez.
Y no, he aprendido algo, aunque me ignores, no me creas, me mientas, dejes que huya, me veas sufrir. Esta vez, no me voy a conformar con dejarte pasar; esta vez, te he robado algo que, quieras o no, vas a tener que compartir conmigo.