Quizás el mes de los cambios deje de ser septiembre, como en su día dejó de serlo enero. Quizás para cambiar no se necesite más que fuerza de voluntad, y pequeñas cosas que dejen de ser una rutina para que pasen a ser parte del pasado. Quizás, no sea necesario más que proponerse enterrar el hacha de guerra y dejar que el agua siga su curso montaña abajo.
Julio también puede suponer un mes de cambio, para llegar a convertirse en el nuevo principio que llevo tanto y tanto tiempo buscando por las malas esquinas, en las malas noches en las que ni me convengo, ni me convienes. Es hora de dejar de lado tantas y tantas cosas, que no sé ni por donde comenzar; porque hay vicios que se han adherido de tal manera a mis huesos, que soy capaces de oírlos susurrar a mis espaldas cada vez que tirito que me haces tiritar. Puede que esta sea de las últimas oportunidades reales para poner todo lo que me rodea patas arriba, deshacer lo predeterminado, y salir de aquí corriendo a saltitos cortos. Pero paso a paso, sin perder el equilibrio como en otras ocasiones, que luego acabamos resbalando y tenemos que volver a la casilla de salida. No digo que esta vez, por algún motivo especial, todo vaya a salir bien; es más, estoy segura de que este es uno de los momentos en los que más cosas están en juego, en los que más he apostado, y en los que más vaya a perder, posiblemente. Pero apuesto por mí, solamente por mí, y eso puede que sea la novedad; que esta vez he decidido absolutamente por mi cuenta.
Y joder, que bien sienta.
Seas o no creyente, está bien tener fe en algo, porque tener fe en alguien acaba llevando a una confianza ciega a la cual no creo que debamos aferrarnos con todas nuestras fuerzas. Porque, en algún momento, lo más probable es que el hilo se corte, porque todo se acaba, y nos cuesta respirar cuando alguien se va. Eso sí, solo contemplo una posibilidad en la que la fe "en algo" pueda sustituirse por la fe "en alguien": cuando ese alguien eres tú, y cuando has sido capaz de demostrarte que te vas a mantener erguida por ti misma sin importar las circunstancias. Que somos los más fuerte que tenemos, el pilar más existencial de cada uno de nuestros pasos, el verdadero motor del cambio. Que no nos engañen, ni nos hagan sentir pequeños. Porque hay realidades personales que no están al alcance de todo el mundo, y que desde fuera pueden parecer incomprensibles; pero que no por ello dejan de ser absoluta y rotundamente válidas. Así que, ¿por qué no? ¿Por qué no puedo tener fe en que esta vez todo va a ir a mejor, solo porque yo estoy convencida de que va a ser así, porque tengo argumentos que se sustentan por si mismos que lo corroboran?
Los cambios son aconsejables y totalmente necesarios para seguir respirando a ambos pulmones llenos. Y puede que sea tu propio cuerpo quien te los pide, ya sea gritando a viva voz que es lo que necesitas, o sorprendiéndote con pequeños detalles que no son propios de ti, pero que están encaminados a algo bueno.
Y, ¿quién sabe? Puede que esta vez las cosas comiencen a ir bien de una vez por todas; y por bien me refiero a que estén encaminadas a no querer huir cada vez que me tiemblan las piernas, a sonreír como antaño y a valorar las pequeñas cosas. Porque no es que estemos sobrados de nada ni dinero, ni tiempo, ni espacio, por lo que aprovechar los instantes se está volviendo algo vital para seguir caminando a poquitos. Que, como todo, esto también va a acabar siendo un conjunto de poquitos que se hacen un muchito, como dicen por aquí; y esta vez parece que estoy dispuesta a todos los poquitos, sean a mano tendida de quien sean. Pero que sienten bien, por favor.