lunes, 13 de junio de 2016


Retuérceme las tripas, te digo. Hazme dudar, hazme caer, hazme morder el polvo para que pueda volver a levantarme, volverlo a intentar, volver a caer, volver a sudar. Aráñame las entrañas, perfórame los tímpanos y déjame marchar cuando tenga las encías en carne viva. Presióname hasta el punto en el que deje de ser consciente de donde termino yo, y donde comienza el resto. Arrástrame, pon en duda mis principios, derriba mis murallas, entra sin pedir permiso, y resquebrájame los esquemas. Desnúdame hasta el punto en el que exhalarme haga que tirite. Espera a que vuelva a tomar aliento, a que baje la guardia, a que me suba las medias, antes de dar un nuevo golpe, antes de volver a derribar, antes de volver a hacer que pierda el conocimiento. Y luego déjame libre, déjame innovar, déjame descubrir por mí misma. Déjame marchar, pero déjame volver. 
Tiéntame. Rebáteme los sábados y cuestiona mis domingos de andar por el balcón en bragas y camiseta interior, y juzga mis lunes de buscar a tientas la pareja perdida del calcetín con una mano, y el filtro de la cafetera con la otra. Espérame en la esquina de siempre, hazme perder el control, y abandóname en el momento en el que esté más perdida, cuando todo gire a mi alrededor y no sea capaz ni de pronunciar mi nombre. Provoca que pierda la cabeza, que quiera desaparecer, que planee huir; dame la esperanza de que puedo hacerlo, para que cuando lo intente vea lo necesario que es seguir respirando a este ritmo.

Haz que te eche de menos cuando todo parece estar en calma, cuando tengo tiempo, paciencia y motivos para comenzar de cero en cualquier otra parte; átame con doble nudo y doble sutura cuando toque tímidamente el timbre, y abrázame fuerte cuando abras la puerta. Escúchame, y escúchame bien. Rómpeme las costillas cuando sea capaz de tomar aire con causa y consecuencia, no me des tiempo a poner mis asuntos bajo llave, y sácalos a relucir a la mínima que parezca que me he encauzado por fin. Anula todo aquello que, por un momento, parezca que es real en mi vida, y hazme dudar hasta de mi propia sombra. Saca a relucir hasta la más astuta de mis aristas, perfecciona ese orgullo desgarrador que tantas noches me ha arrebatado, y tantas veces he maldecido en silencio. Hazme gritar, hazme pedir clemencia, hazme retorcerme en el sito y esperar a que llegue lo peor, pero no dejes que llegue. 
Porque he venido a quedarme.
Porque esto puede que no acabe de comenzar, pero es ahora cuando se está empezando a poner interesante, porque es ahora cando comienzo a resistirme. Así que vuelve a derribarme, porque con ello solo consigues que me levante, que lo haga por mí misma y sobre mis propios pies una vez más. Y créeme, y vuelveme a creer, cuando te diga que estoy dispuesta a seguirlo haciendo hasta que me quede sin aliento, sin lágrimas, y sin agallas. Porque entonces, cuando consigas desarmarme del todo, me habrás perdido por completo. Porque somos lo que creamos sobre nuestros hombros, lo que nos llevamos a la cama cuando esta está vacía, y lo que nos recorre las puntas de los dedos antes de echar la nuca contra el cabecero de cama ajena. 

Así que escúchame, escúchame bien. Ponme a prueba, juega conmigo, desafíame hasta el punto en el que no quede nada más por lo que apostar en mi contra. No importa, yo seguiré encajando los golpes y devolviendo los que pueda, que siempre serán más de los que esperarás porque no esperas nada de mí.
Yo solo te pido que, cuando me veas tirar la toalla, presiones un poco más. Golpea un poco más fuerte, aguanta durante más tiempo el dedo en la llaga. No me dejes abandonar, arrástrame de nuevo a donde pertenezco, a este hueco tan mío en el que me has encerrado, y derriba mis paredes una vez más. Entiérrame entre escombros, préndeme fuego, espera paciente mientras me deshidrato; porque yo prometo encontrar una solución, sea lo que sea a lo que me expongas. No importa.

Atrápame, te digo. Pero ten claro que he sido yo quien te ha escogido a ti en el primer lugar, renunciando a muchas cosas, tantas que no soy capaz de repasarlas todas sin causarme más de lo que jamás serás capaz de causarme. Yo he escogido este tren de vida, aunque tu hayas sido la razón por la cual sigo aquí, día tras día, sin importar el qué. Esto es lo que he decidido, y a lo que me he aferrado, por mucho que te empeñes en empujarme fuera, en hacerme sentir infinitamente pequeña, en atormentarme cada vez que cierro los ojos. He sido yo; pero encárgate que no me vaya muy lejos. Engánchame, te digo; aunque ya sea adicta. Llévame a un grado más, aprieta un poco más las tuercas, destrípame un poco más.

Quédate cerca, te digo. Extráñame y estrújame, te digo. Muérdeme, deslízate, desaparece, te digo. Retuérceme, te digo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario