viernes, 3 de junio de 2022

 No rain, No flowers shared by cass 🖤 on We Heart It

Hablemos de sentirse bien y de retomar viejos hábitos. De sentir que estoy avanzando, de que las entrañas vuelven a ser conocidas, de reencontrase en los espejos, de reconocer lo que me hace vibrar; y darme cuenta de que cada dos pasos que doy hacia delante, doy uno hacia atrás. Hablemos de volver a sentirme libre, sin saber que es lo que quiero sentir al hacer lo que me hace temblar. Hablemos de sentir que vuelvo a ser, y que eso nos de miedo. Pero no miedo paralizante, sino miedo de ser capaz de reconocer el instinto en las pupilas. Y recordar todo lo que eso implica. Y perderse durante unos instantes en el fervor que emana de mitad del pecho, con los ojos cerrados y los oidos abiertos. El saborear lo que hace años que no siento, no por culpa de nadie, sino porque llevo demasiado tiempo girando en mi propia espiral. Hablemos de lo que me corroe las tripas desde hace unos días, y que no quiero pronunciar por no hacerlo más real de lo que ya es. De lo que no puedo dejar de pensar porque sigue sabiendo demasiado dulce como para querer olvidarlo.

Durante unas horas, unos instantes, o una etermidad, volví a mi punto más alto. Volví. Fue sentirme renacer en mi misma, intenso, fugaz pero muy real. La confianza, el mirar sin estar viendo, el hablar sin pronunciar media palabra. El saber que puedo consquistar las ciudades que quiera solo con pensarlo. El saberme imparable, sin dejar de tropezar. Entara y completa, después de tanto y tanto tiempo. Supongo que todos estos meses, tanta distancia, tanto verme lejos y libre y sola y suelta, me han llevado a este punto. A tener que reencontrarme conmigo misma porque no había otra opción, a dejar de refrenar todo lo que gira porque yo también estoy girando. El crecer y florecer, porque la otra versión no la contemplo. E igual, alejarme de todo lo que me hace daño, de todo lo que me ha consumido, ha hecho que termine por volver lo que había perdido y me estaba matando no encontrar. Así que, sin duda, el momento era el indicado, porque se llevaba gestando durante meses. Y, aún así, sigo arrastrando todo lo que he aprendido, lo que me he ganado y lo que no quiero dejar soltar. Y todo eso, se ha amoldado a la perfección con lo que estoy encontrando. Presente y pasado, por fin congeniando y permitiendo que me levante y camine con la cabeza erguida. Siendo todo lo que quería, lo que anhelaba, lo que tantas y tantas noches me he pedido a mi misma entre las esquinas más profundas. Por fin ha sucedido. Así que, estando en el punto más alto en el que me he encontrado desde hace años, era de esperar que pasara lo que pasó.

Que volví a vicios y constumbres que creía olvidadas, que no me permitía recordar, ni quería hacerlo. Porque esto que soy, no es algo que quiera, pero si de lo que me siento orgullosa; porque brota de lo más cercano a lo que tengo en el pecho, y es quien soy. Y, realmente, estoy en paz con lo que soy. Así que dejarme llevar por las sonrisas y una mano burda en la espalda, fue como darle un mordisquito a un dulce después de años sin azúcar. Placentero y sintiéndolo ilegal, la combinación perfecta. Unas imágenes y unas palabras que tengo a fuego grabadas en el cerebelo desde hace días, que no quiero ni puedo olvidar, y que no sé que hacer con ellas. Y la realización de haberme sentido poderosa con todo ello. No solo por reafirmarme en quien he sido, por volver a sentir la emoción y la adrenalina, el placer y el juego de antaño. Sino también por llevar las riendas, saber hasta donde quiero llegar porque soy consciente de lo que estoy apostando, y lo que no quiero perder por noches inseguras. Que esto, puede que sea crecer, madurar, o empezar a ser consciente que he aprendido a respetarme y quererme. Que primero voy yo, lo que necesito y lo que quiero, y que luego puede venir el resto, si es que todavía quieren volver. Y, mientras tanto, yo seguiré bailando en zapatillas en mi habitación, porque no necesito nada más. Y, aún así, soy incapaz de olvidar, de seguir adelante, de aceptar que he sido yo quien ha apagado las llamas antes siquiera de que pudieran encenderse, de hacer malabares para no imaginar futuros hipotéticos que suenan demasiado tentadores como para no querer zambullirse sin bombona de oxígeno ni gafas de bucear. Que el sentirme deseada, que tenía el control, que lo nuevo podría absorverme y lo sentía en todas las teminaciones de mis brazos; no es algo que pueda simplemente dejar escapar entre mis dedos. Y ahora, viene la dicotomía de que es lo que realmente quiero, aunque en el fondo de mi ser lo tengo claro. Pero echo mucho de menos sentirme como me he sentido, y quiero más, y más. Y, al final, aunque estemos en un nuevo capítulo, aunque haya vuelvo en parte a quien fui sin dejar de ser quien soy, no puedo dejar de preguntarme el dicho "pero y si". Sin querer, sin poner esfuerzo en evitarlo. Y continúo reafirmándome en mi respuesta, mientras dudo de si eso es realmente lo que quiero, sabiendo que si lo es. Y es confuso, y es doloroso, y es agotador. Pero también es placentero, familiar, agradable y no quiero dejarlo ir. Querría quedarme en esa noche, sin consecuencias, sin cambiar nada ni ir más allá, durante horas y horas. Querría ser capaz de recordar cada instante, de poder ponérmelo en repeat hasta la saciedad. De aprovechar todos los fotogramas para arañarme los muslos, para apretar los puños y dejar que la cabeza prendiera contra las paredes. 

 Porque no me arrepiento, y es lo que más me jode. Porque lo he hecho bien, y es lo que más me jode. Y, en verdad, nada de todo esto me jode. Simplemente, me despierta curiosidad de comprobar hasta donde voy a llegar, hasta donde me va a seguir compensando escoger lo que tengo sobre lo que podría tener, hasta donde voy a querer seguir apostando y jugando. Porque, joder, me encanta el juego. Y se me da jodidamente bien, y me hace sentir genial. 

Lo que tengo claro es que, en parte, he conseguido todo lo que pretendia al irme. Reencontrarme, permitirme el volver a casa, que siempre ha sido la misma aunque haya terminando odiándola. Aceptar y sentirme agradecida con quien soy, con todo. Dejar de intentar forzar cosas que no existen por el simple hecho de que era lo que más me convenía; dejar de estar en modo supervivencia. Y ahora, que ya he vuelto, me he adecentado y limpiado la humedad de las paredes, ¿qué es lo que vamos a hacer? No lo sé, no me importa, y solo quiero poder revivirlo todo. Una vez más. Y otra vez. Y otra. Y otra. 

Solo quiero hacerme bien, y ahora sé que eso solo depende de mi. Que tengo, por fin, el control de nuevo.