viernes, 24 de junio de 2011

Like a black hole in the universe.


A veces, cuando la has cagado, lo sabes. Nadie te tiene que decir nada, ni ignorarte, ni mirarte mal, porque tu ya sabes lo que has echo, porqué, las consecuencias. Terribles consecuencias. La has echo buena, la has liado parda, la has montado gorda; dilo como quieras. Yo he estropeado mil cosas. Acabo de arruinarme el verano, mi sueño, el ser alguien más, volver a sentirme especial. Ojala, de verdad, encontrara la máquina mágica que te deja volver a donde quieras, a ese instante. De momento, me toca pagar lo que hice.
Y esperar (solo sé esperar).

jueves, 23 de junio de 2011

Ni genial ni perfecto.

Sí, después de todo, es nuestro momento. Vamos a lograrlo, vamos a demostrarle al espejo de lo que somos capaces. Quiero gritarle al mundo que aún no he empezado a correr, que solo he empezado a andar; que cuando quieran volver a atrás, no cuenten conmigo, que ya estoy demasiado adelante para eso.


Porque ahora empieza lo bueno.

¿Realmente?


Hoy me has visto llorar. No ha sido culpa tuya, ni si quiera fue por la mía; fue la tristeza de dejar para siempre el lugar donde he crecido durante trece años. El lugar donde me he enamoré, grite, sonreí, desenamoré, soñé despierta, y donde fui feliz por primera vez. Pero, como todo, eso se ha acabado. He crecido, ha llegado mi hora, y tengo que marcharme. Simplemente, estaba triste por ello, ni más ni menos.
Y tu lo sabías; sabías que iba a ser difícil, que no me querría marchar nunca, que dentro de doce meses tu estarías igual, pero no que podrías llorar, porque hay que ser fuerte.
Hoy te he demostrado que yo no soy así, he esperado.
No he recibido nada, he esperado.
He esperado, y por eso, me merezco seguir esperando.

miércoles, 22 de junio de 2011

Easy-


¿Quién sabe? Intentar ser otra persona, jugar con las personalidades, engañarte a ti misma. Y hacer que todo el mundo piense que eres otro tipo de persona. Pero, de todas formas, sentirse increíblemente bien. Algo me enseñó que si alguna vez te pasaba esto, tu mejor amiga te insultaría por teléfono y se uniría a al grupo religioso del instituto, todo el mundo se pondría en tu contra y los chicos intentarían comprarte; entonces, el chico que tuvo miedo de besarte en octavo aparecerá, y tú contaras toda la verdad en un vídeo en Internet. Sí, acabarás con la relación de tu profesor favorito, y también con toda la reputación que te habías ganado. Y la única recompensa será volver a sentirse bien tal y como eres.
Yo lo he intentado, he jugado. He ganado. ¿He ganado? No lo sé.
-A.

sábado, 18 de junio de 2011

Punto y seguido.


Se acabó. Todo va por etapas, que solo sirven para sumar y seguir ganando. Pero es verdad, cuando se acaba es triste. Pensar que nunca vas a volver a atrás, que no volverás a llevar cuadros en el mandilón, a jugar en el patio, a esconderte en los baños, a robar las preguntas de los exámenes, a sufrir, a morderte las uñas, a reír entre los pupitres, a lanzar notitas al aire, a estar castigada... como alumna. No, no pienso volver; en realidad si, volveré, y saldré de allí con lágrimas en los ojos y una sonrisa tonta. Ahora solo nos queda una cosa: aprovecharlo al máximo, y pensar que, aunque no sea legendario, quedará como mínimo escrito en las estrellas.

sábado, 11 de junio de 2011

Corre, princesa.


Desconectar.
Estoy estresada, cansada, no puedo dormir. Me pesan los parpados y me duele incluso al caminar. No se porqué, no quiero arriesgarme a perderme más. Necesito volver a empezar de cero, contar hasta diez y volver a intentarlo. Pero prefiero esperar a que ocurra el cambio, la revolución. Es más fácil, y duele menos. O eso me han dicho.

miércoles, 8 de junio de 2011

No es un porqué.


Estoy convencida de muchas cosas, como que todo tiene solución o que las noches no son eternas, ni para lo bueno, ni para lo malo. Pero mi última gran convicción realmente me ha sorprendido, no porque sea rara, si no porque nunca hubiera pensado que podría llegar a pasarme. Me he dado cuenta de que la mitad de la gente que te sonríe cuando estas bien, cuando eres feliz, miente. Es matemática pura: la mitad, es mentira. ¿Y porqué? Porque cuando alguien piensa que tú eres más feliz, por el motivo que sea, y te da la puñalada por la espalda, te das cuenta de que a lo mejor, todos los buenos ratos, las risas, los secretos, las cosas de dentro, en realidad no existieron. Bueno, algo había, porque creías en ello, y regalabas con cariño todo lo que podías dar.
Pero un día, te das cuenta de que solo te utilizaba cuando estaba mal, cuando no tenia a nadie más para consolarla.

Es un hasta nunca.

lunes, 6 de junio de 2011

"Mírame, soy feliz, tu juego me ha dejado así"


Hoy a sido el día. Hoy por fin, después de haber tomado la decisión hace dos semanas, me he decidido a decírtelo; a contártelo todo, sin callarme ni el más pequeño de los pensamientos. Te lo he dicho de carrerilla, como si fuera el discurso perfecto de quién cree ver que los demás prestan atención meticulosa a sus palabras, mientras estas tan solo se amoldan a las constantes ensoñaciones de cada uno. Te lo he contado sin respirar, porque si tomase aire, se me escaparía lo que realmente siento, y lo descubrirías. Entonces yo, presa de mi misma, seguiría siendo prisionera, ideada para vagar junto a alguien, toda mi vida.
Pero he descubierto que no, que yo no soy ese tipo de personas. Hace quince días que se con total seguridad que soy independiente, autosuficiente, y que no necesito a ningún chico para ser feliz. Me llega con lo que tengo.

domingo, 5 de junio de 2011

Y es por eso.

Si, lo intentamos. Si, volvimos a apostar. Y si, volvimos a dejarlo atrás. Nos fuimos en silencio, sin hacer ruido, sin risas. Nos marchamos sin pagar, poco a poco, dejando de respirar, intentando que ninguno se diera cuenta, por la puerta de atrás, como los grandes.
¿Y qué nos quedó? Algo más para recordar, para sonreír con cariño, para mirar y decir en voz alta en lo se perdió.

El mar de color verde.

Cuando desperté, la ventada de mi derecha estaba totalmente conquistada por pequeños seres semitransparentes, inquietos, veloces; algunos, aferrados al cristal, temblando del miedo, y otros compitiendo entres si en esa pista resbaladiza, chocando, haciendo alianzas entre ellos. Y, a mi pesar, sonreí.

¿Cuánto hacia que no veía llover? En Australia, en Mackay, en mi ciudad, en mi vida, llueve cada seis meses, más o menos. Y no llevo aquí ni un día y medio y aún no he visto ni un ridículo rayo de sol. Otra cosa más que había olvidado, pero que sin duda una más que estaba en mi larga lista de cosas que no eché de menos al marcharme de aquí. ¿No se supone que España es el país del sol, de las playas de arena blanca y fina, del calor, de la fiesta sin fin? Pero claro, esto no es España, es un trozo de tierra perdido en el norte, aislado, marginado del resto, primitivo, húmedo, anticuado, perdido… Galicia, y más concretamente, Lugo. ¿Cómo no lo voy a odiar si nací, viví y me marche odiándolo? Con seis años ya sabía que esa ciudad era un mundo paralelo, gris, aburrido; y el día más feliz que viví allí fue cuando supe que nos íbamos a Mackay, por el trabajo de mi padre. De aquellas, éramos una familia feliz, quizás porque solo nos teníamos unos a los otros en ese espacio alejado de la evolución. Ahora, mi padre esta casado con una ejecutiva de Sidney, mi madre vivé en Nueva Orleans con su nuevo novio, y mi hermano esta acabando abogacía en París. ¿Y yo? Ahora que ellos son felices, yo estoy en un internado femenino australiano, en Melbourne, de prestigio nacional. Yo también era feliz allí, con mis amigas, mis estudios, mi mundo hasta que me entere del destino de nuestra excursión de fin de curso: España. Al contrario que para mis compañeras, para mi eso significaba volver durante dos semanas al país del que había huido, ahora como turista, sin derecho a odiarlo, solo para ver museos y cosas importantes, como una alumna más. Hasta ahí podría llegar a soportarlo, perol la excursión guiada comenzaba en Lugo. Y con eso sí que no podía; así que fingiría una gripe y me quedaría en el hotel, o una indigestión, o…

-Juli, ¿en qué piensas? ¡Ya hemos llegado!-exclamó mientras me abrazaba Chelsea, mi mejor amiga…-¿No te parece una ciudad preciosa?-…y la única que sabía lo que pensaba de Lugo. La fulminé con la mirada, y soltó una carcajada.-Bah, no seas aguafiestas, que no va a ser tan malo. Solo vamos a ver el casco histórico, la Muralla, las…

-¿Muralla? ¡Lugo no tiene ninguna muralla, no digas tonterías!

-¡Claro que tiene Muralla! ¡Y es Patrimonio de la Humanidad!-dijo mientras me enseñaba una guía barata, comprada nada más bajar del avión, sobre Galicia.- ¿Ves? Lo pone aquí, justo debajo de la foto.-Chelsea, como siempre, lo sabía todo, o eso pensaba; pero esta vez, yo si que sabía de lo que hablaba, así que aparté la guía de mal humor:

-¡Es imposible! Yo no recuerdo ninguna muralla, y mucho menos un Patrimonio de la Humanidad aquí, en Lugo. Como mucho, la harían después de marcharme yo…

-Sí, seguramente. ¡Si la hicieron los romanos, y tendrá más de dos mil años!

-Por eso no me acuerdo, como aquí todo es viejo, feo y antiguo, no me llamaría la atención…

Iba a continuar quejándome, pero en ese momento, el autobús se detuvo. Como si esa fuera una señal, mis compañeras se aproximaron a las ventanas, descorriendo las cortinas, limpiando el vaho, intentando ver algo entre las gotas. Yo no me acerqué; sabía de sobra lo que había al otro lado del cristal, y no quería tener nada que ver con eso. Por la megafonía del autobús, la profesora comenzó a explicar lo que veríamos, y para mi desgracia, no pasaríamos por el hotel hasta que acabáramos de ver Lugo.

-.. Pero antes de ver todo eso, iremos a la Muralla Romana de Lugo, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000, y…

-¡Te lo dije!- sonrió Chelsea, feliz de haberme ganado. Enfadada, me crucé de brazos y dejé de escuchar a la profesora. Yo no quería estar allí, no tenía porqué; es más, mi madre tampoco quería que fuera, fue mi padre y mi querida madrastra los que insistieron tanto la última vez que fui a cenar con ellos, y claro, ellos acabaron convenciendo a mi madre. Maldita sea, yo no quería ir. Sin querer, comenzaron a resbalarme las lágrimas por las mejillas, como cada vez que no conseguía algo, y me escondí detrás de mis gafas de sol. Como decía mi madre, los ojos verdes cuando lloran parecen mares, y nadie tiene derecho a ver esos mares perdidos sin permiso.

Mientras seguía pensando en eso, mis compañeras comenzaron a bajar del autobús, deseosas de estirar las piernas. Yo dejé que me adelantaran todas, esperando para salir la última, mientras Chelsea tiraba de mí. Y por fin, salí del autobús, y miré a mí alrededor, esperando ver un mundo gris, vació, un desierto de nada.

Para mi sorpresa, aparecía en una calle normal, como las de Melbourne, con mucha gente pasando con prisas, de un lado al otro, entrando en tiendas y saliendo de ellas sin mirar, con atascos, suspiros, miradas indiscretas a los relojes… Continué mirándolo todo, boquiabierta. Esa no era la ciudad que yo había dejado hacía diez años; no se parecía en nada. Seguro que el conductor se había confundido, seguro que...

-¡Julieta, que estamos aquí!- oí decir a mi profesora, a mi espalda, deseando que nos volviera a subir en al autobús, o quizás no, porque aquello era mejor que Lugo. Me gire, con la imagen de aquella calle en las retinas, pero en cuanto lo hice del todo, se borró del todo.

Era enorme, monumental, inmensa, increíble, fuerte, poderosa, sobrecogedora… y muy familiar. Como una vieja amiga con la que te encuentras después de hace mucho tiempo, igual que un recuerdo de la infancia que creías perdido. Sentí que algo se paraba, o que encajaba de nuevo, dentro de mí; intenté relajarme, respirar profundo, porque aquello no podía ser real. Pero no pude, porque todo me olía diferente, a perfección, a felicidad, a… no se a que, pero no tenía nada que ver con el más que acostumbrado olor a frito de Melbourne. Chelsea se me acercó, me guiñó un ojo y se volvió hacia la profesora:

-Creo que Julieta se encuentra algo indispuesta después de volver a sus orígenes, profesora.-susurró entre risas.

-Es verdad, Julieta, usted nació aquí, ya no me acordaba…

-N-n-no, profesora, yo soy de co-Coruña…-balbuceé, todavía impresionada, sin poder llevar los ojos hacia otro lado.

-Una pena; yo creía que era de aquí, así nos podría hacer de guía.-Y se rió ella sola de su propio chiste, mientras Chelsea bajaba la mirada e intentaba simular que a ella también le había echo gracia. Satisfecha, la profesora le habló al grupo de alumnas:- Señoritas, ahora comenzaremos nuestra visita: primero subiremos a la Muralla

No me lo podía creer. En serio, no era capaz. Primero, la ciudad que tanto odié durante todo estos años resulta que es como otra más, quizás un poco más pequeña, pero no una aldea perdida como creía. Después, resulta que Chelsea tenía razón, y en Lugo hay una muralla, la Muralla. Volví a mirar hacia arriba, aún impactada, mientras subíamos las escaleras de piedra. Fue como un sueño, un deja-vú, una marea de recuerdos que vuelven a por ti, te sacuden, juegan contigo, hacen lo que quieren…

Una niña, saltando, feliz, subiendo los escalones de dos en dos, riendo, de la mano de una señora mayor, que también se ríe…

Sin entender muy bien que acababa de recordar, llegamos arriba. Algunas de mis compañeras, que habían llegado antes, sonreían desde arriba, sacando fotos, con cara de entusiasmo. Chelsea apuró un poco más el paso, tirando de mí, como siempre, con prisas.

Fue como esas películas románticas, en las que la chica y el chico se dan cuenta de que no pueden vivir el uno sin el otro, y en una playa perdida se encuentras. Fue más o menos igual. Llegar hasta arriba, mirar a mí alrededor, mientras el cielo comenzaba a dormirse poco a poco, pero todavía despierto, coloreando los techos de los edificios pequeños, y un poco destartalados dentro de esos brazos amigos, peinando de colorado el techo de la catedral mientras le susurraba en las campanas una feliz noche, agitándolas, moviéndolas, haciéndolas sonar. Unas palomas levantan el vuelo, quizás, también para despedirse del sol. Sonrió, un poco emocionada, pero simplemente feliz. No, realmente Lugo no es una ciudad vieja, y mucho menos desde aquí arriba. Es dorada, es sencillez, es armonía, es descanso, es hermosura; es, sencillamente, como nunca supe verla. Sentí que me derretía por dentro, que se consumía, primero de felicidad, luego de dolor por no saber apreciar lo que dejé atrás. Y otro recuerdo…

Esta vez, la niña era yo. Y era un recuerdo real. Yo, pequeña, simple, feliz, infantil, mirando las palomas volar, con esa señora de la mano, esa que me había enseñado a ver Lugo, a mirar hacia arriba, a sentir que yo también estaba bajo el abrazo de aquella Muralla que nos protegía, que nunca iba a estar sola. Yo, mirando a la cara a la Muralla, haciéndola cómplice de mis secretos, de la mano de…

-¿Mi abuela?-le grité a mi teléfono. En realidad hablaba con mi madre, pero pensar que no le estas gritando a ella te hace sentir mejor.- ¿Porqué no sabía que había dejado a una abuela en Lugo?

-Porque tampoco preguntaste nunca…

-¡No pregunté porque no lo sabía!

No, no sabía que tenía una abuela, que Lugo era mi ciudad, que aquella Muralla había sido mi infancia, porque lo había tapado todo, por huir de allí.

Unos meses más tarde, Julieta Fernández, de la Rúa Nova, Nº26, recibió, a parte de sus facturas habituales, una carta. Extrañada, le dio varias vueltas, pensando que era un error. Nunca había oído hablar de Melbourne, pero la abrió de todas formas. Iba poco a poco, levantando las gafas desde el final de la nariz, primero sorprendida, después sonriendo, con los ojos rebosantes de ilusión, y finalmente, con esos ojos hundidos en un mar de lagrimas. Porque los ojos verdes, cuando lloran, parecen un mar perdido. Pero cuando lloran de felicidad, si que se puede mirar ese mar de color verde, sin temor a que te arrastren con ellos hacia el mismo fondo profundo donde se esconde, bajo llave y en silencio, una amistad de complicidades perdida, oculta detrás de las piedras de la Muralla, como muchas otras historias que quedan sin contar.

1º Premio a la Mayor Cultura, en el III Certame Literario da ESO - Junio. 2011