jueves, 12 de marzo de 2020

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No sé si me duele más tu indiferencia o la mía.

Menos mal que esta casa tiene dos habitaciones, y menos mal que soy capaz de reunir fuerzas para refugiarme lejos cuando tiemblan las paredes. Menos mal. Porque sino habría reventado mil veces, sino habría cerrado más veces las puertas que abierto las ventanas, sino me habría dado la vuelta para no volver. Sino habría regresado sobre mis pasos, pero a los que dí años atrás cuando todavía era capaz de pronunciar mi nombre. Cuando todavía me brillaban los ojos. Cuando todavía sonreía de verdad. Cuando todavía era yo.

No se me está dando nada bien ser adulta. Pensaba que estaba preparada, que todo vendría rodado, que después de tanta hostia sobre hostia podrái apretar los dientes un poco más. Pero no. No estoy preparada, no me sienta bien, no puedo más. Porque nada es suficiente y todo es demasiado al mismo tiempo, y no sé como gestionarlo, y no sé si quiera si quiero gestionarlo. O simplemente cerrar los ojos y los puños y esperar que pase. Y asentir y dejarme llevar y rezar a quien sea por que cuando esto termine me pueda permitir ser feliz. Y respirar. Y descansar. 
Porque esto no es vivir, esto es sobrevivir. Y se me da fatal, porque me sigo ahogando después de haber leído el manual millones de veces. Porque la teoría me la se, pero me fallan los pulmones, el pulso, las costillas y las mejillas. Me falla la razón y el juicio. Me fallan los nervios, la ansiedad y las hormonas. Me falla la armadura que dejé en Travessera de Dalt. Me fallan las mentiras. Me falla conformarme. Me falla ser sincera conmigo misma y saber que es lo que quiero, y que estoy dispuesta a hacer por conseguirlo. Me falla ser valiente.

Por que si fuera valiente, ya me hubiera marchado. Ya hubiera desaparecido y habría comenzado otra vida, mi vida de verdad. Habría vuelto a empezar de cero, sabiendo lo que sé ahora. Y me hubiera permitido ser feliz, en vez de seguir dando vueltas sobre el mismo calvario, día tras día. Pero soy incapaz de romper el ciclo, de alejarme de esto. Porque tengo miedo, porque me he hecho pequeña, porque sigo sin levantar cabeza después de tantas hostias. Porque creo que en el fondo de mí aún tengo esperanzas de que esto mejore, de que vuelva al principio, de que desparezca el nudo den la garganta. Y luego despierto y soy realista; y veo que hay cosas que estaban rotas desde el primer momento, pero he ido ocultando dándole pataditas hasta que las escondía debajo de la cama. Y ahora, en ese hueco que solía ser oscuro y frío, está toda mi vida en cajas de cartón. Todos los recuerdos, todas las emociones, todo lo que era y que dejé escapar. Y por eso no dejo de llorar, no dejo de ahogarme, de arañarme las palmas de las manos. Porque sé que lo tuve y lo perdí. Y no sé que hacer ahora, además de seguir girando y girando. 

Pero lo estoy intentando, y se me está dando fatal. Porque estoy intentando conformarme, y no soy capaz. No cuando sigo soñando con antes, cuando sigo escuchando lo que me hacía sentir viva, cuando sigo rememorando cada segundo y cada gota de agua de mar. Y cada vez soporto menos todo esto, cada vez tengo menos paciencia, cada vez me siento menos atada y puede que un poco más valiente. Pero todavía no. Pero ahí estamos. Cada vez siento menos lo que me rodea, y poco a poco voy volviendo a levantar la coraza. Y al menos tengo eso. Al menos tengo la pequeña esperanza de qu elo estoy intentando, pero conformarme tampoco se me ha dado bien jamás. Y así estamos. Peleando contra lo que no somos pero que parecemos ser por no ser lo que realmente deberíamos ser.

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