
Darlo todo, en parte, queriendo intentarlo, para llegar a más. Siempre a más, mucho más que antes. Y otra vez, día tras día, hasta que falten las fuerzas y no puedas casi ni respirar. Parar para tomar aire, y seguir. Poco a poco, esfuerzo tras esfuerzo.
¿Pero qué pasa cuando no eres tú la que decides parar? ¿Qué pasa cuando es tu cuerpo el que decide por ti? Pasa que realmente, da todo igual. Es una pequeña batalla, en la que quieras o no, llevas las de perder siempre. Ahí es cuando realmente te das cuenta de lo simples que podemos llegar a ser, que por mucho que lo deseemos, si el cuerpo no te lo pide, no vas a poder seguir hacia delante. Y esperar.
Porque solo queda esperar a que realmente puedas, sintiéndote inútil día a día, un poco más.
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