domingo, 9 de octubre de 2016



Rectificar es de sabios.

Por mucho que me las dé de que siempre tengo la verdad absoluta, y que a cada estación perfilo los detalles un poquito más, octubre nunca va a dejar de sorprenderme. Hay lecciones morales que solo se esconden detrás de los ojos de quien las busca, y conversaciones entre veranos e inviernos que te derriten las penas, y te sacan las agallas de donde pensabas que no quedaba más que ceniza seca.
Así que, por mucho que diga que no hace falta un cierre para las historias que nos revolvieron las entrañas y nos quitaron los años, he aprendido que es mejor encontrar el momento, el lugar y la persona para dar las últimas pinceladas. Y que realmente sean las últimas.
Está bien, y estoy bien. Estoy mejor de lo que pensé que estaría, y mejor de que lo que llevo estando todo este tiempo; porque las cosas están para hablarlas, y los buenos momentos están para rememorarlos.

Gracias. Gracias por esta última noche, esta última copa y esta última cerveza. Gracias por dejarme abrirme, gracias por abrazarme mientras me consumían mis propias palabras. Gracias por ser igual de cercano que siempre una vez más. Gracias por esta última oportunidad, y por este último lametón de heridas. Porque, aunque siga doliendo a poquitos, aunque se me pongan los pelos como escarpias y los ojos llorosos por pensarte, es lo mejor que me podías haber dado. Que realmente era necesario este doble punto de sutura, y un año después por fin puedo decir que el capítulo está cerrado del todo. Que siempre nos va a quedar la esperanza, la duda de lo que hubiera pasado; pero por lo menos ahora nos quedará con un sabor dulce en los labios. Y de todo lo que me has dado en este tiempo, que no es poco, los momentos de ayer sin duda serán los mejores, lo que me llevaré a la cama más veces, y los que me harán sonreír a cortitos los días que no pueda más. 
Porque, por muy diferentes que seamos, por muy imposible que sea el equilibrio en el que no nos atrevemos a caminar, eres alguien que merece la pena. Y que deja huella.

Y lloraré, y seguiré llorando. Aunque nunca fuéramos nada más que muy nuestros, solo por el hecho de que me hacías sentir bien, y que lo sigues haciendo. A la distancia. Entre copas y cañas y música de mierda en baretos pequeños. Que, como decía ayer aquel gitano primo tuyo, la gente se da cuenta de cosas, y yo ayer me di cuenta de ti. De que hay cariño y sentimientos más allá de lo que nos podemos permitir, y que eso es algo tan bonito que no debería ni hacer falta explicárselo a nadie. Así que seguiré llorando, y será la primera vez que no me importe, ni te odie a gritos, ni desee no haberte conocido nunca; porque eres de las mejores cosas que me han pasado en mi vida. Y puede sonar cursi, desesperado, cuento de patriarcado que he mamado desde pequeña; pero no puedo ni expresar con palabras lo que es. Que me sigues ilusionando, aunque ya hayamos decidido que es imposible, por el simple hecho de estar. Así que seguiré llorando, y déjame llorar. Porque lloraré por haber sido feliz, y por lo feliz que podría haber sido, pero no será con pena. Ya no. 
Y es bonito llorar de felicidad, llorar porque te pasan cosas buenas, porque te rodeas de gente maravillosa, y porque esa gente sigue queriendo quedarse a tu lado a pesar de la distancia. A pesar de que las cosas no son como deberían ser, o como nos gustaría. Llorar es la manera más pura y sencilla que tengo de expresarme, y no tiene por qué ser por algo malo. Y octubre, en los último años, me hace llorar demasiado.

Ya lo he dicho muchas veces: hay muchas maneras de querer, y muy pocas de explicarlo. 

Y lo bueno que me llevo de esto, entre otras muchas cosas, es una calma que hacía tiempo que no sentía; una convicción de que las cosas están bien, y que puedo seguir adelante con la cabeza alta y los pies en paz. Que está todo bien, y que me merezco lo bueno que venga. Porque momentos así son una subida de ego tal, que deberían ser obligatorios al menos una vez al mes, solo para concienciarnos de que lo estamos haciendo bien.
Y no sé qué pasará entre nosotros; lo más probable es que nada, pero me basta con saber que, de una manera u otra, ya formas parte de mí. Que lo quería negar, quería olvidarlo, y quería hacerte desaparecer de mi vida; pero no lo voy a hacer. No te lo mereces, y no me lo merezco. Y por mucho que diga que siempre me acabo juntando con capullos, lo que realmente pasa es que acabo con gente que, en el fondo, me va a acabar enseñando una lección (o un par de ellas) que no sería capaz de aprender por mi cuenta y riesgo.

En este caso, es que la vida da muchas vueltas, que hay que quererse mucho, y si quieres a alguien lo mejor que puedes hacer por esa persona es intentar que su vida sea lo más feliz posible. Aunque eso implique no hacer lo que te piden las piernas, y lo que se nota a leguas que debería pasar. Y es lo que tiene querer. Que por mucho que digas que siempre te vas a poner a ti por delante, acabas poniendo al resto antes que a tu propia felicidad; y, entendiéndolo bien, esto no es malo. No estoy hablando de joderte la existencia, sino de dejar marchar a alguien, o dejar que se quede dónde está, porque es ahí donde ha de estar en ese momento. Aunque duela, aunque parezca una cabezonería más, es lo más bonito que se puede hacer por alguien. Así que, de nuevo, gracias.
Y quien sabe lo que acabará pasando. Solo quiero que no te vayas nunca demasiado lejos, ahora que nos hemos esforzado en mantenernos cerca.

Y ojalá, ojalá sigamos tropezando, bebiendo y riendo, tras copas y cañas, tras políticas contrarias, tras maneras de ver y entender totalmente opuestas. Ojalá me sigas mirando con ojos borrosos, queriendo decir más de lo que estamos diciendo, y entendiendo más allá de lo que expresamos; ojalá te siga devolviendo las miradas al otro lado de la barra, y nos sigamos abrazando sin querer llegar a nada más que eso, porque sabemos que no podemos. Y que nos compensa más refrenarnos, que volver al bucle sin fin. 
Ojalá me dejes seguir marchando sin pedirme que me quede, y ojalá nunca te pida que lo hagas. Ojalá llegue el día en el que ninguno tenga que hacerlo, y todo esté bien sin más problema a mayores. Ojalá me sigas haciendo sentir tan viva, y ojalá sea consciente de que, en realidad, las cosas no me van tan mal.

Gracias.

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