La raíz del problema de todo esto es que no soy capaz de sacarme de la cabeza la idea de leer a Bukwoski contigo.
Te odio. Pero, curiosamente, son las partes de ti que odio las que hacen que me aferre a cada palabra como clavo ardiendo. Me sacas de quicio. Pero estoy deseando en silencio que me hagas arquear las cejas durante el tiempo que me deje estar a tu lado. Me pones del hígado. Pero, justamente cuando lo haces, es cuando realmente me pones. Que la locura física no es tan difícil desatarla, y que lo complicado es hacer que haya interés más allá de las sábanas desordenadas.
Por querer entender, no entiendo nada. Ni te entiendo a ti, que ya no es novedad; ni me entiendo a mí, que para algo soy experta en mandar a la mierda todo aquello que me intoxica. Bueno, no es del todo cierto, porque últimamente me estoy dando a los vicios que me hacen sentir cosquillas en la punta de los dedos por el mísero hecho de saber que está mal. Matarme para sentirme viva, vaya. Así que esto lo nuestro puede que solo sea un peldaño más de esta mía destrucción masiva de lo que me sustenta, con el fin de concienciarme de que soy feliz con lo que tengo, y ya está. Que no puedo abarcar más de lo que mantengo en malabares, y que con ello me basta.
Honestamente, no creo que sea la mejor manera de darme cuenta de las cosas, pero es lo que me soluciona las noches. Y, antes eso, siendo capaz de encontrarlo en mi misma, me niego a tener que buscarlo fuera. Así que disculpen si sigo poniendo las sandalias sobre la mesa a principios de Octubre, aunque luego me pase los lunes resfriada; mientras doy caladas a escuras en la terraza de mi casa, y me sigo paseando en tirantes. Porque, si eso es lo que me hace sentir a gusto con todo lo que está girando el tiovivo últimamente, con la soledad que aparentemente me estoy encargando de buscarme, esto será lo que siga haciendo.
Así que si quererte en silencios (entiéndase querer como anhelar, no en el sentido romántico-dependiente-machirulo del vocablo) es la manera que tengo esta semana de sonreír a pleno pulmón, aunque sea a mí misma y sin intenciones de avanzar contigo a ningún lado, esto será lo que siga haciendo. Mientras me guste la sensación, o esta se quede rondando entre mis piernas; no sé, lo que se termine primero será lo que determine en que me acabaré metiendo para suplir el tiempo que me quede en blanco.
Sé que no tiene demasiado sentido lo que estoy escribiendo hoy, porque estoy intercalando los cambios de mi vida con sensaciones buscadas en boca ajena; pero tampoco hay que intentar entenderlo, cuando es la manera más fidedigna que tengo de plasmar mi realidad. Simplemente, que creo que estoy haciendo bien las cosas; que me estoy encaminando, que me estoy centrando, o que estoy dejando de darme de hostias a mí misma inconscientemente. Eso es; lo que estoy haciendo ahora es darme de hostias, pero dándomelas porque quiero. No porque haya un sentimiento masoquista escondido entre mis intenciones, sino porque dejarme caer es la manera más sencilla y cómoda que he encontrado para desvelarme, día tras día, todo lo bueno que me estoy ganando a pulso. Y contradicciones a mí pero, ¿qué es lo que se espera de alguien que vive por y para las contradicciones?
No busques comprenderme, solo déjame seguir odiándote y queriéndote un ratito más. Solo quédate y deja que me siga agitando un poco más. Solo presiona y espera, solo cuestiona sin preguntar. Solo asiente, sonríe, y contempla con giro pulseras entre los dedos. Solo sé, y déjame seguir siendo. Solo déjame hacerme daño esta vez, y luego remátame como quieras. Pero déjame matarme un poquito más al soportar todas estas gilipolleces, antes de actuar.
Que tengo claro que esto no nos va a llevar a ninguna parte, porque no creo que haya polos más opuesto, más negados, y más perfilados que nosotros. Así que continuémonos engañado unos días más, hasta que encuentre un nuevo vicio con el que entretenerme.
Déjame destruirme, que me estoy construyendo.

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