Y de repente, ocurre. Cuando menos te lo esperas, cuando toda la esperanza ya estaba perdida. Ya te considerabas un nadie, vacío, sin fuerzas para seguir. Cuando ya das por echo que solo eres una cara bonita, algo que alguien puede llegar a querer una noche de alcohol y pitillos a medio chinar contra los árboles. Pero que nadie está dispuesto a conocer. Sin que tú tengas la culpa, simplemente, porque ya has dejado de creer en las historias de hadas y en los finales felices. Ya nadie busca eso; es más fácil apostar por un polvo y un ''si te he visto, no me acuerdo''. Dos semanas de sonrojos cuando te encuentren por los pasillos, y se acabó. Eso sí, si tienes suerte, incluso puedes llegar a ser un nombre en una tarde de anécdotas y cerveceo en un bar cualquiera, con sus amigos, a cada cual más hombre, o eso se creen ellos.
Tú, que solo buscas que no te hagan daño. Solo eso, ni siquiera pides que te quieran de verdad, solo que no duela cuando todo acabe y llegue el punto y seguido. Besos en la mejilla, sonrisas entrecerradas, y momentos tensos. Pero sin dolor, por favor. Morfina para este saco de huesos.
Pero cuando solo buscas sentirte bien contigo mismo, nada más, respirar hondo, sucede. Así, sin que se lo pidas a nadie. Una sonrisa, dos besos, otra sonrisa. Un paseo que dura horas, abrazos de capa dorada, coronas de flores, risas. Momentos que quisieras que durasen para siempre, que parecen minutos, que son inmensos. Desaparecer noches si, noche también. Y al volver, encontrarte con todo patas arriba, sin orden, perdido. Saber que te has perdido una gran noche, por otra mejor. Que esas noches se transformen en días, en tardes enteras. Una semana, otra, otra más, ¿cuánto queda? Ni lo sé, y la verdad, es que tampoco me importa.

No hay comentarios:
Publicar un comentario