sábado, 28 de julio de 2012

πούμα


Soy lo peor que se haya levantando un día por la mañana. Egoísta, persuasiva, calculadora, fría, horrible. Como una bomba de relojería dispuesta  a estallar cuando nadie se lo espere, a dar una vuelta de campana sobre el mar en calma para cambiar todo lo que estaba ya de por si bien. A coger la felicidad por los pelos, para sacar el mayor jugo de cualquier situación. Soy un monstruo.

Tengo la seguridad, la paciencia, el humor negro. Tengo algo estable, un pasado claro, y un futuro que se cuenta con los dedos de una mano. Tengo lo que quiero ahora mismo, y eso sería suficiente para ser feliz. Pero no; soy como un jodido animal, sediento de más, de cada vez más, y de no parar hasta conseguir estallar de saciedad, de gula, de miedo al vértigo de las acciones que no pensamos en meditar. Soy puro impulso, nervio, un ser que se guía por apetitos, ganas, olores. Sin ojos, sin pensar en consecuencias, cayendo al más profundo vacío tropezando en la misma piedra, una y otra vez. Haciendo daño a los que prometieron no hacérmelo a mi. Siendo la mayor hija de puta jamás vista en el lugar. Una cabrona sin sentido, que solo busca una prenda más para la colección, loca incansable. Retorcida, manipuladora. Yo llevo las manos y tú eres el títere, que juegas a lo que yo quiero. Aunque luego me de asco de mi misma, yo llevo los hilos, sin sentido, siguiendo lo que me pide el instinto, como un salvaje.

¿Madured? No sé si ser la parte más retorcida de una puede llamarse así. ¿Lo peor? Sentirse agusto, bien, sin ninguna presión, simplemente. Como una sabana al anochecer, calmada, sin ruido, con el murmullo de los zarpazos mudos de un puma en la noche, que explora con ojos de gato, ronroneado al oír el miedo desde lo profundo de los árboles y la inmensidad de la noche. Sabiendo que el es el dueño, que lo tiene todo, y que puede tener más. Pudiendo perderse, pero sabiendo que allí, manda él, y punto.


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