martes, 28 de julio de 2015



¿Quién soy yo para seguir escondiéndome cuando todo puede que vuelva a ir bien? No es nada más que un presentimiento que, sin duda, tiene muchas posibilidades de quedarse en nada. Pero no tengo más razones, porque se me han acabado, para seguir negándome a avanzar, por mucho que siga escudándome en que dos años no son suficientes para perdonarme y olvidarte
Porque es posible que, al fin y al cabo, dejar pasar el tiempo no sea suficiente como para hacer borrón y cuenta nueva. Porque realmente, lo que es necesario es demostrarse a uno mismo que la lección está aprendida, y que no se va a volver a recaer en viejos vicios. Ojalá, y de verdad que lo deseo así, fuera tan fácil como algunos lo plantean el volver a empezar sin poder conseguir un principio nuevo; porque si algo he aprendido, es que eso no existe, y que siempre va a haber alguien esperando a la vuelta de la esquina para recordarte los errores que llevas meses y meses (por no decir años) intentando enmendar contigo misma. Porque ya tienes asumido que intentar compensar al personal por la detonación de la bomba de relojería atrasada en la que te conviertes de cuando en cuando, es imposible sin haber hecho las paces con el factor del problema. Contigo. Conmigo, sin duda. 
Y esto es necesario porque yo voy a ser la única que va a estar siempre ahí para mí y, por supuesto, soy lo más importante que puedo tener, al fin y al cabo. Porque soy quien se va a quedar cuando todo esté negro, y quien va a tener que levantarme tras golpe y golpe. Así que, puede ser que, por fin haya llegado el momento de ese nuevo comienzo.

No tengo tampoco muy claro porque ahora tengo todas conmigo sobre este aspecto. Puede ser que he matado mis miedos, y la mayoría de mis inseguridades y auto-frenadas de superación, a base de alcohol y demás vicios que solo cumplo de cuando en cuando, para que el efecto sea más duradero, más auténtico y que me haga ver las cosas diferentes cuando despierto totalmente desubicada al día siguiente, sin persona y sin pendientes. Sin ningún tipo de pendiente. Totalmente libre, de todo y de todos. Eso, amigos míos, es realmente renacer. 
Así que, de alguna manera, puede decirse que me he levantado de mis propias cecinas, después de haber ardido (en la mayoría de los sentidos del verbo) el sábado, y de haberme consumido a mi misma durante demasiado tiempo; tanto que casi no me acuerdo cuando fue la última vez que me he sentido tal y como me siento ahora. De manera que vamos a aprovechar la oportunidad: vamos a darme un respiro, y a ver que surge de todo esto. Vamos a comenzar a perdonarme, o a acabar de perdonarme del todo (depende de como se pinte). Vamos a empezar con ese nuevo comienzo, siendo esta la manera más pura, y la única que realmente conozco para esto.

Este, sin duda, es un punto de inflexión. No sé si en mi vida, en mi experiencia vital, en el tiempo que llevo respirando, o en estos últimos años. Pero, sin duda, es la primera vez de algo nuevo, en mucho tiempo. Llámalo ilusión, o fin de los malos pensamientos. O depende en función de si la ilusión por este giro de mentalidad es algo bueno, o algo malo. Tomemos aire, y dejémonos llevar. Pero con cabeza, antes de nada; o con corazón, que tampoco es que se equivoque más que la cabeza. No sé con que, pero algo tiene que tirar de todo esto para seguir adelante. Y tengo claro que el motor de mi mundo tienen que seguir siendo las resacas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario