viernes, 27 de enero de 2012

Decir, antes de nada


Las chicas, realmente, somos de lo que no hay. Somos increíbles, de sonrisas larga, fácil, preciosa. De ojos vivarachos que por cualquier cosa se mezclan con ilusiones que, demasiadas veces, acaban en el fondo de un vaso un sábado cualquiera. Somos de corazón rápido, acostumbrado a latidos a demasiadas velocidades, que se lastiman a menudo; pero, casualidad, siempre salen bien parados. Somos capaces de ver el lado bueno de cualquier cosa, de salir adelante con lo puesto, y de hacer feliz a quien este dispuesto ha prestarnos un minuto de atención. Somos imprevisibles, huracanes, tifones, bombas en cajas de tacones nuevos dispuestos a estallar y comerse la noche. Somos ojeras, libros de texto, sueños embotellados en colonias de olores dulces, lapices de ojos, prisas y gomas de pelo. Somos las musas de las canciones que faltan por cantar, las creadoras de las noches en vela, y de los guiños de ojos. Somos locura, somos prisas, somos afueras de pueblo, somos lo que queremos, y queremos ser lo que somos. 
Somos pequeñas princesas, dueñas de tus mejores sueños, tus preciosas fantasías. Somos las que te ignoran, las que te roban un beso antes de marcharse, las que se enfadan sin motivo, y las que lloran. Somos las que no conoces, pero miras de reojo, somos las que algún día tendrás el valor de hablar, de pedirle el número de teléfono. Somos aire. Somos lo mejor que te puede pasar.

Y, después de todo eso, ¿aún tienes ganas de ver sufrir a alguna de nosotras?

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