Hay mañanas de sueños recurrentes. Hablo de esas mañanas en las que te despiertas despejada, sin prisa, sin presión, con calma, como si el mundo estuviera viéndote dormir esperando a que abras los ojos, a teatro de cortinas rojas de terciopelo. Esas mañanas en las que solo falta que entren pajarillos cantando por la ventana para ayudarte a vestirte, para que todo sea como un buen principio de una película ñoña de sábado noche; de esas que sueles ver en pijama, moño, gafas, un bote de helado y un paquete de pañuelos, sola en tu piso.
El caso, hoy a sido una de esas mañanas, quitando el dolor de cabeza infernal, y a mi padre aporreando la puerta para hacerme salir de la cama. Abrir los ojos con dolor, porque estabas soñando algo bueno, y replantearte tu vida con el pantalón de pijama remangado hasta las rodillas, y sin saber el porque. "¿Qué estás haciendo con tu vida?" Y así de simple, quizás lo único que necesitaba para ese cambio tan necesario. Fácil. Puede que demasiado. Y tomas la decisión, la decisión de dejar de perderte. Porque has crecido, la verdad. Y en demasiado poco tiempo. No necesitas la aprobación del mundo, tan solo la tuya. Pero tienes que esforzarte, por mucho que no quieras, o por mucha pereza que te de. Nadie regala nada, ni mucho menos. Cada cual mira para su propio ombligo, y tienes que hacer lo mismo. Y un poco de suerte, como todo. Pero no es suficiente con chasquear los dedos, apretar los parpados y desear con todas tus fuerzas que suceda; ya no creemos en la Navidad, ni en la sinceridad absoluta. No existe, son los padres.
Así que hoy, en vez de agobiarte, enfurruñarte, fruncir el ceño, refunfuñar, toca intentar sonreír. No, no tengo la vida perfecta, ni mucho menos. He llegado hasta donde estoy sudando tinta y sangre, pero no me puedo relajar por estar en una situación medianamente cómoda; aunque de cómoda, sinceramente, no tiene nada. Nadie me va a garantizar nada, porque no tengo nada bajo seguro. Y lo que me ha quedado medianamente claro, últimamente,es que, si quieres algo, ve a por ello. Nadie va a recordar una mala elección de aquí en un tiempo, por mucho que lo parezca. Eso sí, con cabeza, que es lo que normalmente me falta. A menudo. Demasiado a menudo. Casi siempre. Siempre, la verdad.
Las cosas, como son.

No hay comentarios:
Publicar un comentario