No importa cuanto daño quieran hacer. No ha importado nunca, ni va a empezar a hacerlo ahora que has empezado a dejar de darlo todo por perdido. Es una cuestión de principios, de orgullo, de perseverancia Un ideal, una forma de ver las cosas, forjada día a día, golpe a golpe. Sabiendo que cada vez que te levantes, es para volver a caer tarde o temprano. Y luego volver a levantarse. Con una sonrisa que, día a día, es menos forzada, más natura. Porque cada vez te importa menos lo que digan, lo que gira al rededor de ti, quien entra y quien sale de la ecuación. Pero siempre están los puntos de siempre, los incondicionales que bajo viento y marea van a estar al pie de faro esperando a que llegue el huracán.
Y cuanto menos te importe, más intentaran hacerlo relevante. Te lo restregarán por debajo de la nariz, para que pique, duele, e intentes sacarlo de ahí. Se reirán en tu cara cuando corras a esconder las lágrimas que no tiene que correr por las mejillas bajo ningún concepto. Pero acabarán preguntando por ti, cada vez que mantengas fija la mirada sin sonrojarte, cada vez que pases por la calle riéndote de todo ello, con los cascos a todo volumen, bailando entre sus canciones y tus recuerdos. Todo depende de la importancia que quieres darle, no de la que ellos quieran que tu le des. Todo es relativo, tiene un principio y un final. Y los finales, por regla de oro, duelen.
Duelen de manera que desgarra, de esos que solo quieres estar en cama curando las heridas con agua y limón. Duelen poco, sin importante demasiado; duelen los recuerdos que tienes al llegar a casa cada noche, y saber que no hay nadie a quien decirle que estás bien. Duele saber que jamás os vais a volver a ver, porque hay miles de kilómetros entre uno y otro. Y hay distancias que, sin saber porque, acaban con todo y con todos. Pero lo fundamental en esto es salir del agujero con la sonrisa marcada y los ojos secos. Mirando a la cara de quien se rió, y se sigue riendo. Y reírte, reírte tan alto que te tomen por loca, o por que realmente te de igual todo, absolutamente todo. Como te acabará dando.
Dato: si quieres, el fuerte puedes ser tu mismo, pero no te olvides que siempre hay un ganador. Puedes tardar cinco días, seis semanas, un mes, o medio año, pero siempre habrá un ganador. Y eso se sabe, se nota en el ambiente. Gana la clase, recuérdelo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario