Es increíble las vueltas que puede dar la vida en tan solo un instante. Como, sin querer, todo puede dar un giro más de tuerca, y como las cosas se pueden desmoronar por su propio peso, sin que nadie tenga que intervenir para que ello suceda. Y en esos momento, en esos instantes en o que eres -o crees que eres- mínimamente consciente de lo que está sucediendo, es cuando te preguntas si, realmente, no estará todo escrito y preparado de ante mano para producirnos quebraderos de cabeza que, en el fondo, realmente son innecesarios.
No todo puede estar basado en decisiones que, como tristes humanos con derecho -de momento- a equivocarse, tomamos día tras día. El llamado "efecto mariposa", y no hablo de la película de Ashton Kutcher -bendito Ashton-, no creo que exista: es imposible que todo tenga una repercusión en el mundo en general, más allá de nuestros límites, de hasta donde podemos llegar. No sé cuantas personas hay en el mundo, pero está claro que no dependen de una estúpida elección que haga en una noche de frío polar, congelando mis manos con más hielo del debido, con mechones sobre los ojos y sonrisa ebria en los labios tibios. Ellos no tienen la culpa de que en mi vida dirija la entropía sobre el resto de los elementos naturales. Hasta donde puedo entender, que tampoco es mucho, mis decisiones me afectan a mi y a unos pocos más. Y ya está. Y eso "pocos" ni siquiera son tantos como suenan, así que imaginaros. No, no estamos interconectados por seis personas con todo el mundo. Porque si eso fuera así, no seríamos unos animales sin escrúpulos. Y si es así, y lo sabemos, es peor; porque realmente somos esos seres de inframundo que negamos a creer. Es peor el remedio que la solución, así que refúgiate donde puedas. Porque como sea verdad, como esa metafísica de barra de bar en la hora feliz sea realmente cierta, estamos jodidos.
Pero bien jodidos.
Porque toda pequeña putada que hayamos hecho alguna vez en nuestra vida, ha repercutido en la vida de alguien más; y eso que hemos ocasionado en otros ha multiplicado exponencialmente su efecto hacía un número indefinido, pero más grande que mi salario y el tuyo -multiplicado exponencialmente-. No estoy llamando a un batallón de buenas acciones de semana, que no durarían más que eso; tampoco estoy invitando a la reflexión. Tan solo rezo, pido, deseo y espero que, de verdad, no estemos tan interconectados como dicen y que, por favor, sigamos siendo puro egoísmo intravenoso que consume, desgarra y hace que sigamos vivos. Más o menos. Pero por lo menos, nos da la oportunidad de seguir matándonos poco a poco, sin primas, disfrutando de cada pequeño movimiento final, como si fuera algo ajeno a nosotros, algo impreciso y melodioso que se consume, deshaciéndose en virutas de papel de fumar olvidado a la intemperie, una noche fría de sonrisas tibias en labio ebrios.

No hay comentarios:
Publicar un comentario