A veces, estamos jodidos. La hemos cagado, y lo sabemos. Hemos hecho de nuestra vida un infierno terrenal; el nuestro propio. Por descuidados; por tener la cabeza lejos de los pies, o en medio de los genitales. Pero el error es mayor cuando todavía no tienes la certeza de estar tocando fondo; los días, semanas o incluso meses de incertidumbre perpetua que se acumulan en tu cartera, vacía aquella noche, para tu desgracia. Sin saber a quien acudir, que hacer, que decisiones tomar. Porque no puedes seguir con tu vida, porque no merece la pena intentar sacártelo todo de la cabeza. Estás jodido. Y lo sabes.
Esperar tampoco es solución, ni mucho menos. Solo consigue que el problema parezca mayor por momentos, que las noches sean demasiado largas, que las ojeras sean permanentes, que no haya nada más en tu vida. Que el miedo te perfore, te consuma, te haga sufrir hasta niveles que no creías. Que tu cabeza esté segura de algo, pero que tu cuerpo te de señales de algo distinto. Quizás, simplemente te preocupas demasiado. Quizás. O puede que no. A lo mejor estás en lo cierto, y tu mundo entero va a acabar bajo tierra. Porque si son ciertas tus premoniciones, la has liado. Mucho. No hay solución; y si la hay, no me la puedo permitir. No puedo. Ahora mismo, no puedo. Que cojones, ni ahora mismo, ni nunca. A quien vamos a engañar, hay gente que nació para ello; hay gente que se pasa media vida intentándolo, que invierte demasiado tiempo, demasiado dinero; que lo da todo por ello. Yo, en cambio, que no sé si estoy en la cuerda floja o con la soga al cuello, solo suplico para que no me toque a mi. Pero tampoco esto es como la lotería; es peor que ello. Porque, ¿qué será de mi si tengo razón? ¿Qué sucederá? ¿Qué voy a hacer, a dónde voy a ir? Solo suplico, suplico a algo que no conozco ni quiero estar segura de querer conocer, que haga la vista gorda por una vez. Que me de un respiro, que me haga libre. Que me de la convicción que llevo meses pidiendo, que me quite la mochila llena de piedras, que me deje respirar tranquila.
Y no sé cuanto tiempo más puedo seguir viviendo con la incertidumbre, ni que voy a hacer cuando esta se acabe. He de admitir que tenía un plan por si alguna vez llegaba a este punto, pero ahora mismo no sé ni por donde empezarlo. Quizás, porque no tengo a nadie con quien compartirlo, a quien pedirle consejo, ayuda, o perdón. No sé a quien llamar llorando, a quien gritarle por necesidad, a quien pedirle que me abrace. Porque este error ha sido mío, si realmente es. Porque desde hace meses estoy haciendo un mundo de una decisión que parecía muy acertada en el momento, en la semana siguiente, y la siguiente. Pero esas semanas felices se consumieron en el calendario. Desde hace meses. Sin señal ni claridad. ¿Y qué puedo hacer? ¿Seguir esperando? ¿Esperando a qué? Porque si esperase, pero supiera que algo voy a sacar en claro, merecería la pena. Pero lo único que hago así es o retrasar lo inevitable, o confiar en que todo vaya bien. Pero, con la suerte que tengo, nada va a salir bien. Porque nunca me han salido las cosas bien, y si algo sale bien, es porque el karma se ha olvidado de putearme.
Me odio, te odio, le odio. Ironías de la vida; pero la cosa va de tríos, y no de los que estás imaginando. Yo no sirvo para esto, y dudo que jamás sirva. Y espero, realmente espero, que de aquí en unos meses pueda reírme de eso, en vez de seguir con la duda. Porque no basta con que la vida se haya reído de mi todo lo que ha podido y más; si no que tiene que seguir haciéndolo.

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