miércoles, 5 de septiembre de 2012

1810



Quizás soy demasiado idiota. Sé como son las cosas, como funcionamos. Sé cual es el mejor lado de todo, y la peor cara del mundo, porque la he mirado a los ojos. Somos juguetes de todo lo que gira al rededor de nosotros, caprichos del destino, de el quien sabe que. Estamos echos para lo que estamos; para ser utilizados, para sufrir las consecuencias de imaginar un perfecto cuando no es más que algo sediento de más y más. Quizás somo demasiado optimistas y estamos convencidos de que todo va a ir bien, de que esta escrito que nosotros también tenemos un cuento de hadas entre manos que espera ansioso ese ''por siempre jamás''. Pensamos que somos príncipes y princesas en busca de medias naranjas, cuando en realidad vivimos en un callejón lleno de ratas, pañales y muertos. 
Queremos un mundo de rosa, donde todo sea perfecto, igual que el que imaginamos siendo niños. Pero luego creces, creces, sigues creciendo, y te das cuenta de que no es así. No va a haber alguien debajo esperando a que caigas para no dejarte tocar el suelo. Somos falsos, repugnantes, buscamos lo que necesitamos y nos libramos de ello cuando ya no nos interesa. Somos animales, peor incluso. Somos monstruos. Y me da miedo.

Porque yo no sé si seré de esos envases de usar y tirar, pero es como me siento ahora mismo. Y no pido cosas imposibles: no quiero controlar cada cosa que haces, ni me importa con quien hablas o dejas de hablar, si miras a esa o quien te parece guapa. No, no lo necesito. Solo quiero que estés ahí cuando lo necesite. Y hoy es uno de esos días; de esos días de los que, cuantas más horas pasan, más lejos te ves del resto. Nadie te espera, ni espera nada de ti, la verdad. Sabes que estás porque respiras, no porque lo necesites. Y querrías, no sé, marchar, desaparecer, quizás para siempre, o solo durante un par de días. Tampoco lo tengo muy claro. No sé que quiero hacer, ni me importa. Quiero estar bien, y que alguien ea capaz de estar bien conmigo, sin exigirme nada más, nada. Solo eso, que esté donde tengo que estar, que sea fácil. Tan natural como despertarse por las mañanas, sin ningún esfuerzo, con una risa en la cara. Y me estoy acostumbrando demasiado a que esto sea difícil, complicado, y de tener ganas de mandar todo a la mierda. Pero no lo hago, ¿porqué?

Porque, quizás, soy demasiado idiota.

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