Escribir por escribir es como vacíarse por no llenarse del todo, o como volver la vista atrás sin ningún propósito a mayores que el descubir el camino avanzado a puntillas silenciosas. Que al final va a ser cierto lo que me dice mi madre cuando conversamos profundamente sobre el estado de las vértebras entre cervezas frías, que para algo la edad te enseña a antiparse. Y lo que dice es que la segunda década de la vida de una persona es en la que más cambios rápidos hay, y que tienes dos opciones, como en casi todo: adaptarte y disfrutarlos, o intentar frenarlos y perecer en el intento. Que hay que abrazar lo que viene, perdonar lo que queda atrás, y respirar a doble pulmón lo que se queda un día más.
Y pensar en Noviembre sin doler las entrañas, es como pedirle a las nubes que no rompan a centellear los días de tormenta. Vaya, de personas ilusas, insconscientes e imprudentes; que más vale, de nuevo, anticiparse al golpe. Y Noviembre duele hasta el punto que se empañan las raíces, y se pierde el contacto día tras día con lo que remueve las aguas; que en este mes es normal tocar fondo, revolcarse en él, y hasta conseguir que ese espacio de deshechos pueda ser considerado, incluso, un hogar. Pero este Noviembre, aunque no todo esté yendo a favor, es diferente.
Y vuelves la vista atrás, y miras al espejo de hace un año; y es imposible no llevarse las manos a la cabeza y sonreír entre los dedos. Porque mira que las prioridades estaban patas arriba, y vivíamos tan tranquilamente sin saberlo. Que comenzaban a asomarse tras la cortina los primeros aleteos de que algo iba absolutamente mal, y no sé si no nos queríamos dar cuenta, o simplemente los ignorandos esperando que fuera algo temporal. Pero, otra reflexión de perro viejo, ignorar no lleva a ningún sito más allá de aumentar el problema, sea cual sea. Y luego sucedió lo que sucedió; y aunque doliera darse cuenta de la situación en las que nos habíamos metido por nuestras propias piernas, ahora no ha hecho darle una vuelta de tuerca más a todo lo que nos recorre las cosquillas día tras día. Pero manda cojones hasta que punto estabamos invidentes y nos considerábamos invisibles en aquel Noviembre en el que, por salir mal, no nos salía ni sumar dos y dos. Y nos dejamos pisar, y nos dejamos llevar por sensaciones; pero no en el buen sentido, porque si aún hubieran sido buenas sensaciones, hubiera merecido la pena acabar como acabamos.
Pero este año, por el motivo que sea, nos estamos manteniendo a flote muy dignamente entre tanta oscuridad, malas caras, e historias sin resolver. Puede ser por el cambio de actitud al presentarse problemas, por encontrar fuerzas renovadas en los pequeños detalles, o porque haber continuado con aquel buen consejo que me dieron un día; aquello de "poco a poco, y día a día". Que no podemos pedir la luna, ni esperar el todo, de un día para otro; sin que haya esfuerzo y sudor de por medio, simplemente porque es algo que nos nace del pecho y nos recorre hasta la última de las entrañas. Nadie nos va a regalar nada, y hay que pelear con dientes y saliva por cada oportunidad; y, aunque empiezo a estar harta de la competividad y en lo que me vuelve los días que parezco estar de suerte, he de decir que se me da mejor de lo que esperaba. Que no será algo que me hace feliz, pero se me da bien oler el miedo; y puede ser por haberlo inhalado de mi piel, sin descanso, durante tantos años. Y ahora, que no tenemos miedo, que poco a poco se van amueblando las ideas y que todo comienza a ser el tímido borrador que esperamos completar algún día, no debemos permitirnos un Noviembre de libro. Que no será el mejor momento del año, te lo puedo asegurar de antemano y todos los años de mi vida; pero no tiene porque ser el peor, porque no podemos dejar que haya momentos malos. O no tan malos como los hubo. Que ya conocemos el proceso que conlleva llegar de arriba a abajo y viceversa, y no puedo permitirme otro estallido en el pecho de esa magnitud. Por lo menos, hasta dentro de un tiempo.
Que se está acabando el mes, y no sé si aún estamos a tiempo de que llegue la hostia. Que el año pasado tampoco la esperabamos, aunque cualquier que observara desde fuera si que la viera venir, y acabo llegando, devastando y arrasando. Y que de todo se aprende, y cada punto y seguido no es más que un precipicio por el que en su día nos asomamos, antes de coger aire y tomar la decisión.
Que lo mejor, sin duda, está por venir.
Pero día a día, y pasito a pasito.

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