"Cuántas veces sus cuerpos tibios se habían encontrado cuando el día apenas clareaba tras la ventana y se habían explorado mutuamente con el deleite de quienes aún se están conociendo."
Viva la gente que lo hace fácil, aunque no sea el mejor de los momentos; que, aunque las rachas de buena suerte brillen por su ausencia, se encargan de crear pequeñas cosas a partir de nada más que arena seca. Y viva la hostia que creo que me voy a acabar metiendo, que si algo he ido aprendiendo a pasitos ligeros y a intrusiones a corta distancia, es que no todo es tan bonito como parece, y llegará el momento en el que la burbuja estalle. Y haya que barrer debajo del sofá, acumulando otra capa de desechos sobre la última, como medida de contención para lo que sea que tenga que pasar.
Pero, de momento, hagamos que la sensación dure, que no nos quedemos cortos de ilusiones, y que sea tan cómodo que ni suponga un esfuerzo mental terminar de creérselo. A veces, las cosas simplemente suceden; y, cuando eso ocurre, seríamos idiotas poniéndoles freno, trabas u obstáculos, por el simple hecho de que estamos acariciando cicatrices recién cerradas. ¿Qué puede ser que todo esté pasando demasiado rápido? Déjame que te lo asegure. ¿Qué da miedo? No más que lo a lo que me he enfrentado por enterrarme bajo una arrogancia y una prepotencia que acabé haciendo mías, sin serlo. Que, ya puestos a adoptar costumbres y maneras, tengo que empezar a tomar las buenas; las que se pegan sin remedio a la carne, pero te dan una vuelta de tuerca más sin pretenderlo.
Así que, ¿cuál va a ser el plan de acción? De primeras te diría que no pensar, que ir a por todo, que ya si eso tendré alcohol en casa cuando acabe con las rodillas desolladas y la mandíbula rota contra el frío asfalto. Pero, hasta entonces, que venga lo que venga, yo quiero seguir quedándome donde estoy. Quiero seguir paseándome en bragas por tu salón y girarme para ver como bizqueas al son de mis caderas. Quiero que me sigas despertando a mordiscos dulces en los que no veo nada más allá que tu coronilla, y quiero seguir suspirando fuerte en tu espalda. Quiero continuar provocando cataclismos, y que sigas despertando aspectos de mí que había escondido durante tanto tiempo. Porque se ha extendido esta "cultura" (teniendo en cuenta que ya definimos cualquier cosa como cultura en este país) de guardarse las espaldas, de no cerrar todas las posibilidades por si al descubrirnos nos dan la patada, del engaño con previsión de desengaño; y parece que he encontrado a alguien que, de ir por delante, se lleva la verdad. Y es insuperablemente cómodo, reconfortante y aterrador.
¿Cómo no voy a tener miedo, si has atravesado en tan poco tiempo barreras y fronteras que otros tardaron años en conquistar? ¿Cómo no voy a tener miedo, si me has desnudado sin quitarme la ropa de una manera tan natural que ni yo misma creía posible? ¿Cómo no voy a tener miedo? Porque, en el fondo, no nos conocemos de nada; aunque a cada poquito que conozco, me engancho más y más a esta tónica de arrancarnos las capas a poquitos. Como quien moja los labios en vino antes de dar otro sorbito, y otro, y otro. Que ojalá tarden mucho en acabársenos los sorbitos; pero, al ritmo que vamos, llegará un momento que se terminen. De prometerme cosas imposibles, prométeme que los sorbitos no se van a acabar nunca.
Que ojalá que no sean promesas en vano, porque para nada son inalcanzables; pero que, de normal, cuestan alcanzar por el simple hecho de que nos hemos decidido a jugar a un juego impuesto, en el que más da es el que más pierde. Que, si alguien da demasiado, se está exponiendo sin que nadie se lo pida, por lo que es más débil; y nos creemos que esto es de las cosas que las gana el más fuerte. Pues no, mis chicos, esto no lo ganan ni los más inteligentes; aquí, o gana todo el mundo, o perdemos todos. Y, de perder, la derrota no es tan dolorosa si los momentos vividos han merecido la pena; por lo menos, a largo plazo podremos rememorarlo como algo que ha merecido la pena hasta la última tirita.
Así que parece ser que, sin proponérmelo, he entrado para quedarme; y ha sido algo tan natural, que realmente asusta. Pero puede que lo haga porque no estoy acostumbrada a sentirme así tan fácilmente, o porque se ha creado un ambiente seguro sin esfuerzo ninguno. No sé qué será, y pueden ser muchas cosas; pero vamos a exprimir esta utopía hasta que se me acabe gastando de tanto usarla.
O hasta que me dejes continuar aquí.
O hasta que te deje yo.
Porque hay precipicios de los que todavía no nos hemos asomado, y puede que no quede mucho para tener que sacarlos a relucir. Porque hay demonios que parecen calmados, y costumbres demasiado asumidas como para que no acaben queriendo conquistar tobillos ajenos. Porque, si hay panoramas de mi ser que encuentro desoladores, supongo que desde la otra orilla también me esperan unos cuantos por descubrir. Y lo peor, es que parece que estoy totalmente dispuesta. ¿Lo peor? ¿O lo mejor?
"Pero su mano aleteó en el aire sin encontrar nada."

No hay comentarios:
Publicar un comentario