"Y escribe, chica."
Los cambios no avisan; simplemente, llegan y arrasan con todo aquello que se les intenten interponer. Porque para ello les hemos dado el poder y la fuerza de convicción que ni siquiera nosotros mismos acabamos por poseer en ningún momento de nuestra triste existencia. No te dejan tiempo para pensar, ni para reponerte del golpe. Los cambios son necesarios, y son absolutamente devastadores. Pero es de las mejores cosas que podemos experimentar, visto desde la lejanía la volver la vista atrás; en esos momentos en los que, ilusamente, te permites hacerlo. Porque volver a los recuerdos, alimentarte de ellos y dejar que caminen en tus zapatos es algo que no debemos hacer muy a menudo; simplemente, porque si algo está en el recuerdo, es por algún motivo.
Los cambios y los recuerdos, sin duda, están ligados. Son hermanos gemelos, como aquellos que separaron para experimentar, o eso me han contado desde siempre: mandaron a uno en una nave espacial, y al otro lo dejaron en la Tierra. Sin pensar demasiado en como iba a ser esa decisión, se produjo el cambio; y las vidas de ambos quedaron en puntos opuestos para siempre. Nada volvería a ser lo mismo para ninguno y, pese a ser idénticamente iguales, lo único que los unía a partir de entonces eran los recuerdos. Eso sí, pensándolo en frío, esta historia es bastante inverosímil: no sé que país puede permitirse realizar un experimento así de absurdo, ni que padres lo permetirían, ni que gobierno estaría dispuesto a pagar semejante cantidad para que dichos padres lo permitieran.
Lo importante es que jamás estaremos preparados para un cambio, por mucho que nos mantengamos alerta. Simplemente, suceden; y entonces llega el momento de la decisión: quedarse tal y como estás, dejando que los recuerdos, la comodidad y el conocimiento del entorno te guíen, y decidan por ti; o dar el salto, aún sea con los ojos cerrados y preparándose para el golpe. Dejando las dos mejillas despejadas, solo por si se da el caso. El problema llega cuando ya has estados en las dos situaciones, y de momento, no te has recuperado del último gran golpe (de suerte). Y llega el momento del cambio.
Como en todo, el reloj jamás se detiene. El tiovivo sigue girando, y no espera por nadie. Lo único que puedes hacer, es seguir girando y girando, pero puedes ajustar el sentido de las vueltas, en su justa medida. No nos engañemos, no podemos controlarlo todo, y últimamente estoy más convencida de que no podemos controlar nada más allá de lo que tenemos al alcance de los dedos, y los días pares de los meses impares de los años bisiestos. Y a veces, ni eso. Según esto, deberíamos confiar nuestras horas a la suerte, y simplemente dejarnos llevar, agradeciendo aquello que nos llegue y olvidándonos de las ilusiones, los sueños y las grandes metas. Aferrarse al "si tiene que llegar, llegará". Pero, supongo que por estupidez, o vanidad humana, seguimos intentando ser nosotros los que controlan los títeres de la función, cuando somos nosotros mismos las marionetas. No sé quien lleva los hilos, o si alguien realmente los lleva; pero tengo claro que nosotros no tenemos nada que ver con lo que sucede. El efecto mariposa tiene más excepciones que casos irrefutables.
Viendo esto, ¿por qué nos negamos a disfrutar? ¿Por qué buscamos escenarios imposibles, y seguimos ideando planes en nuestra mente? Porque somos incapaces de sentirnos tan insignificantes como realmente somos. Somos con esa cucaracha que habita en mi salón, y que sale de cuando en cuando a pasear; piensa que ella es la dueña de la situación, cuando podíamos matarla de un pistón bien calculado (si no le tuviéramos un miedo irracional). Y eso que la tía puede sobrevivir a un ataque nuclear. Ojo. Yo me plantearía quien es el ser superior.
El destino es algo que no acabo de comprender, pero que sin duda está ahí; entendiendo destino como futuro incierto que he decidido que no puedo controlar. Sabiendo esto, y siendo consciente de ello, no entiendo como sigo alimentándome de recuerdos, y como sigo guiando mis decisiones ante los cambios basándome en ellos. Menos mal que los grandes cambios en mi vida, o casi todos, han tenido lugar antes de mi último encaparazonamiento; porque sino, a saber donde estaría ahora mismo. Aunque, pensándolo bien, soy incapaz de salir de los recuerdos por motivo de aquella decisión. Así que los recuerdos son producto de las decisiones, y las decisiones están motivadas por los cambios. Pero los cambios, con recuerdos de por medio, no te llevan a las mejores decisiones.
La conclusión de este sin sentido de madrugada, es que tengo que dejar los recuerdos de lado. Y no sé como. Pero si quiero seguir aprovechando las vueltas que está dando el tiovivo, sin marearme y seguir aprovechando la energía que se libera de ese movimiento curvilíneo y totalmente uniforme, debo dejar atrás todos los fantasmas.
Eso, sin duda, significa dar portazo a muchas cosas, de las que no estoy segura que quiera separarme de ellas, por el momento. Para algunas, es demasiado pronto, o demasiado tarde, en función de la posición desde que observes. Pero, sin duda, son incontables los recuerdos que, sin duda, no puedo dejar pasar porque están sin resolver. También es cierto que hay asuntos que es mejor no resolver, y que el propio tiempo se encarga de curar y darles cierre. Pero, quizás, soy incapaz de dejarlos ir porque todavía no he aprendido todo lo que podría de ellos, y cada cierto tiempo tengo la necesidad de desenterrarlos (pese a que están más presentes de lo que me gustaría admitir) y darles una última vuelta de tuerca.
Pero, últimamente, estoy comenzando a pensar que, pese a que creo que así continuo avanzando, hacer esto es precisamente lo que no me deja seguir girando. Si son recuerdos, sin duda lo son por una razón, y es que no se puede hacer nada más con ellos que rememorarlos con una sonrisa en los labios, pero solo en los momentos que sea extrictamente necesario para continuar con lo que sea que el futuro nos depare.
En conclusión, no he sacado nada en claro. Simplemente, que tengo que seguir escribiendo, hasta que llegue el momento en el que todo tenga sentido, o me convierta en polvo, y el recuerdo de alguien.

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