miércoles, 1 de julio de 2020


Poco hablo de lo que me gusta estar sola. 

Últimamente, cada vez que lo estoy, lo valoro más. No sé si es porque no puedo muy amenudo, si me estoy volviendo más solitaria, o si necesito retomar viejos hábitos. No sé si es algo que me pido a mi misma, que me consiento, que disfruto, o que anhelo. Lo único que tengo claro, es que cada vez me gusta más, y cada vez lo necesito más. Se está volviendo adictivo, esencial, imprescindible. Basta que sean unos pocas horas, y por poco que sea, me renuevo. Es respirar, es callar las voces, es consumar lo que llevo necesitando durante semanas en unos instantes. Es hacer todo simple de la manera más facil posible.

Y me gusta disfutrarlo tanto. Me gustar reconectar conmigo misma de esta manera tan sana y tan natural. Aunque no sea productiva, aunque no haga nada más que estar en silencio, o aunque sea escandalosa y deje que se entere todo el mundo. Es volver atrás, pero cogiendo únicamente todo lo bueno y adaptándolo a todo lo bueno que tengo ahora mismo. Creo que es madurar a mi propia manera, aunque no croe que esto sea una manera original de hacerlo, pero tampoco importan. Es no competir con nada ni con nadie durante un ratito. Respirar, recargar, dejarme llevar para volver a coger energía. Energía de la buena, de la necesaria. 
Supongo que esto va por etapas. Que a veces necesito gente para esto, y detesto estar conmigo misma, proque no me agunto, porque soy la persona que más me juzga, y no necesito más presión. Pero cuando fuera es un campo de batalla, oh si. Cuando eso sucede, y estoy cómoda y poderosa en ese ambiente, volver a casa siendo yo misma es lo mejor que hay. Y encontrar silencio, calma, incienso, ventanas y tendales. Vuelvo a 2013 y a 2017 en un parpaedo. Pero a los buenos momentos de esas etapas. Porque al final, mis buenas rachas siempre me acaban llevando al mismo punto, y es entonces cuando tengo que aprovecharlas. Puede que esté creciendo a mi propia manera a cada paso, a cada año, y que estos momentos sean la reafirmación de que se están haciendo las cosas bien. Que está saliendo todo, que puedo aflojar un poco el ritmo y la soga conmigo. Que he conseguido superarlo y superarme, y que estoy bien. Dentro de lo que cabe. 

Estoy aprendiendo a perdonarme. A aceptar que soy así, que tengo muchas más cosas buenas y que merecen la pena que malas, incluso en los peores momentos. Que puedo sacarlo todo y que aunque me pierda un poco, aunque vuelva a puntos semioscuros, sé como salir de ellos. Y que puedo permitirme estar ahí si lo necesito, que no pasa nada, que nadie va a juzgar, y que si lo hacen no es mi problema. Que estoy rodeada de quien quiero, y quien quiere quedarse. Pero que al final, tengo yo y únicamente yo la última palabra. 
Y no necesito nada más.
La verdad.

Y que paz, y que tranquilidad, y que bueno encontrar el máximo de todo ello en mi misma y en mi soledad. Que bueno es poder escogerla y priorizarme. 

Que bueno poder estar, por fin, conmigo misma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario