miércoles, 9 de mayo de 2018


Hablemos claro y conciso. No tengo tiempo para mí, y tampoco sé si lo quiero tener. Pero es necesario mirarse los adentros de cuando en cuando, ver que es lo que te remueve y lo que te corroe, y aprender de ambas versiones. Puede que lo estemos haciendo mejor de lo que pensamos, o vernos en la mínima cuando nos sentimos en la cima del mundo. No estamos hechos para ser perfectos, pero tampoco para no intentarlo. Llevamos años -yo-, por no decir siglos -la humanidad-, intentando refinarnos, ser mejores de lo que fueron los que pisaron estas tierras antes, alcanzar objetivos marcados por generaciones y destruir muros levantados por la ignorancia. Y todo avanza muy rápido, y deconstruirnos en tantos aspectos no es sencillo. Sobre todo, cuando la sociedad parece estar dos pasos atrás de lo que hemos avanzado. Puede que no la sociedad, sino el concepto que tenemos de ella -"todo por y para el pueblo", creo recordar-. Y estamos en un punto en el que está mal ser, pero está peor visto no ser; en el que todavía tenemos que guardarnos las espaldas y medir las palabras, y en el que pensar contra la corriente sigue siendo delito.

No quiero, porque ni puedo ni debo, dar lecciones morales ni explicar que es lo que se me pasa por la cabeza cada vez que pongo un pie en la calle. Ni lo que grita mi centro de equilibrio a gritos cada vez que me enfrento a un nuevo revés del día a día. Porque tampoco creo que esté preparada para exponer mi mundo entero, mi falsa tranquilidad interior y mi ritual de despojarme de todo cada vez que me siento a respirar. No, no es el mejor momento para enfrentarme a todo eso, darle la vuelta y sacudirlo para ver que cae; porque está tan fisurado, que a día de hoy no sería posible volver a componer todas las piezas. Y necesito mantenerme entera, aunque eso implique cerrar los ojos de cuando en cuando, acallar las voces antes de dormir, e ignorar inquietudes. Pero no implica dejar de luchar. Porque estoy harta, de tantas y tantas cosas para las que no estoy preparada, porque no soy suficientemente valiente.

Cuantas veces he dicho ya que no hoy, ¿verdad? Es porque ese es el mayor de los miedos. Porque todo es circular y todo vuelve a donde radican las raíces, y porque alejarse deja de implicar reencontrarse. Y es hora de volver a poner los pies en el asfalto, pisando fuerte las grietas del suelo, del mundo, de mi mundo. De retomar lazos a medio romper, de volverlos a tejer, aunque nos tiemblen las manos, de respirar profundo y de tomar decisiones por y para mí. No es que crea que hasta ahora lo haya estado haciendo mal, es que no me he dejado el espacio ni el tiempo suficiente como para hacerlo como debería, como a mí me gustaría. Supongo que es cuestión de prioridades, y de dejar de anteponer las del resto a las mías. Sin querer incriminar a nadie, porque últimamente las necesidades a las que atiendo son generales y no personales, lo cual es aún peor y más doliente cuando una se da cuenta de lo que está haciendo. Porque ya puestos a deshacernos de lo tóxico que nos hace responsables de pesos y torturas ajenas, que sean de gente a la que queremos. Que hacerlo de vez en cuando, siempre que tus pilares se mantengan por si solos, es cuidar. 
Y mis pilares están comenzando a sustentarse, poco a poco, día a día. Aunque haya momentos en los que me piden tregua, descansar y recomponerse por ellos mismos; pero ahí están, dispuestos a quedarse y a seguir aguantando lo que venga, que para eso lo hicieron durante tantos años hasta que a cierta servidora le dio por descubrir que, incluso los que no se lo merezcan, pueden tener derecho a sentir, llorar, amar y revivir. 

Con todo esto, lo único que quiero decir es que ya está bien. El mundo no es sencillo, y no porque esa es su condición natural, sino porque nos lo hacemos dificil. No todo es perfecto, ni muchísimo menos, ni va a serlo jamás; y es justo ahí, en las imperfecciones de los quehaceres, donde radica la belleza y la sabiduría. Y cada día que pasa, me siento más sabia, de tanto fallar, de tanto dejarme las rodillas contra la piedra, de tanto lamerme las cicatrices. Porque me sé levantar sola, pero prefiero levantarme acompañada de quienes saben darme lo que necesito para comenzar y terminar por mí misma. Que es la esencia del querer, a fin de cuentas; apreciar lo bonito de la realización en las esquinas peliagudas del otro. Y yo estoy preparada para volver a querer, volver a cuidar, volver a dar sin importar que no reciba nada a cambio, volver a ayudar a quien quiero seguir manteniendo a mi lado. Sin importar, dentro de principios morales básicos y mortales, que es lo que haya sucedido. A ciegas, dando palos a oscuras a lo que sea por tal de apartar la muralla que haya que derribar. Porque dos garrotes hacen más fuerza que uno.

Después, están todos los conflictos a nivel tribu a los que nos estamos enfrentando. A ver cómo nos desuellan la piel, nos arrebatan el habla y las fuerzas para seguir respirando, la identidad y la versión de los hechos que hace daño. La cruda realidad, o el maravilloso futuro que podría ser. Lo bueno es que cada vez somos más los tarados que notamos las cadenas de algo que se nos ha quedado demasiado pequeño para seguir callando y tragando. No puedo hablar por todo el mundo, y tengo la sensación de que estoy hablando de más de una cosa y que cada cual que lea esto lo interpretará de una manera distinta. Lo cual es bueno, porque habrá más motivos para levantarse, y porque hay menos conformismo al que enfrentarse. Lo cual también es malo, porque implica que estamos más jodidos de lo que había pensado.
Pero las cosas van a cambiar. Y no porque esté segura, o porque tenga confianza en que va a ser así; sino porque ya estamos haciendo algo. Por poco que parezca, grano a grano, día a día, grito a grito, piedra a piedra, se va demoliendo la estructura. Los cimientos se van resquebrando, impotentes, ante el avance de las raíces que llevan demasiado tiempo calladas.
 
Y es a eso a lo que me aferro noche tras noche, antes de caer rendida. Por no tener tiempo, por no querer tampoco tenerlo. Porque quieta, no aporto nada; y porque, callada, tampoco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario