lunes, 22 de febrero de 2016



He llegado a la conclusión de que lo único que tengo claro es que no tengo nada claro. Ni quien soy, ni quien quiero ser, ni a donde pretendo llegar, ni que voy a hacer para conseguir avanzar hacía a algún lugar; el que sea, porque llegados a este punto, tampoco nos vamos a poner quisquillosos. Y eso es conformarse, y si hace unos años me hubieran dicho que iba a llegar a plantearme abandonar todas mis metas por no tener motivación más allá que una tímida voz que dice que esto todavía merece la pena, jamás lo hubiera creído. Porque en esto estoy sola, y cada vez más. Porque es imposible vivir con un pie en cada mundo sin perderse por el camino, y tengo claro que nadie va a buscar en las profundidades del bosque. Menos aún si es de noche. E invierno. Y no pides ayuda.

Porque está claro que los inviernos son etapas oscuras para mí. Que son los meses en los que me desmorono, hago recuento de las piezas sobrantes y de las desperdigadas, e intento volver a ponerme en pie día tras día. Y no sé si es por las pocas horas de luz, falta de calor humano, o por lo aburrreply de solo discutir conmigo misma, pero parece imposible ser capaz de salir del bucle de negatividad hasta que los días comienzan a hacerse más largos. O hasta que aparezca algo, alguien o una nueva manera de pensarme por las mañanas, que haga que me replantee la manera que tengo de afrontar los díasdero de este periodo de luces y sombras muchas, muchas sombras, he llegado a la conclusión de que no necesito demasiado para venirme arriba, y que aún necesito menos para hundirme. Para esto último tengo claro que solo me necesito a mi misma, y un poco de presión de más en el ambiente para hacer que mi pequeña burbuja estalle, desperdigue mis penas por el mundo, y me dedique a caminar arrastrando los pies a ritmo de cañería rota. Pero, ¿para salir del pozo? Tiempo ya sé que no, y distancia aún menos. Porque me he dado cuenta que puedo con uno o con lo otro, pero no con ambos de por medio; que todo sería más fácil si escondiera debajo de las piedras las palabras que brotan de mi pecho, pero no hay sujetador que las contenga. Porque no sabes que es, porque no te da nada; pero con lo poco que te da, te llena tanto como lo mucho que te tienen que dar otros para sentirte igual.Y quizás, por eso, no eres capaz de asumir que hay imposibles que realmente no se solucionan con buena fé, ni intentando poner el karma a tu favor. Que hay historias que están condenadas a no existir, a no respirar, y a ahogarse en las cabinas de los aviones. O en la boca del metro. Que hay palabras que han nacido para no ser pronunciadas, sino para ser pensadas sin querer contra la almohada, junto antes de convencerte que es mejor dejarlas de lado. Porque lo complicado no siempre merece la pena, o porque no hay nada más complicado que intentar ser capaz de decir cosas fuera de tiempo. Y fuera de lugar. Porque si al menos tuviera una de ellas a mi favor, podría al menos comenzar a construir algo; pero, con el agua al cuello, ¿quién se pone a buscar la barrera de coral? Nadie, porque seguir respirando es más importante que arriesgarse a algo que ni siquiera puede estar cerca; y porque sería absurdo buscar la barrera de coral en el Atlántico. 
Pero, ¿qué hago con los "y si"? ¿Continúo tragando saliva, sujetándome las rodillas, y cerrando los ojos entre mis manos frías? ¿O te sigo hablando de política? ¿Qué hago si no hay nada que olvidar, nada que recordar, y nada por lo que seguir adelante? Pues seguir esperando a saber el qué, y a saber cuándo. 

Esto lo he reflexionado mucho, y realmente creo y espero que el destino, el tiempo, o el karma sucio, nos acaben poniendo a cada uno en su lugar. Que al final de las idas y venidas, llegue un momento de calma, ya sea para bien o para mal. Pero yo, ahora mismo, si mi voz tuviera voto, me arriesgaría. A ciegas, porque es como estoy; totalme le a ciegas, pero es como quien comienza a notar mejoría después de una gripe criminal. Que igual no es nada, pero joder, es un progreso. Y eso es lo que me ha quedado a mí, sin ser nada demasiado importante, y sin querer hacer un mundo de un grano de arena. Pero yo le daría una oportunidad, y se la seguiré dando aunque sea en silencio cada vez que tengo una tarjeta de embarque en la mano, que vuelvo a tener alfombras heredadas bajo mis pies, y que escucho a mi madre decir que sigo siendo el mismo desastre que era cuando me marché de casa. Y ya no sé si es que tengo mitificado los momentos, los veranos o las cervezas, pero estaba bien. Estaba en orden. Y estaba a gusto. Y no me importaría nada volver a todo aquello, pese a que hay noches que aseguro que todo son castillos en el aire, que la ilusión era más que lo que estaba sucediendo, y que en ese aspecto soy como una niña pequeña. Y que todo no ha sido más que una impresión mía; y cada día estoy más segura de ella.

Por mucho que me queje del tiempo, sin duda es él el que da y quita la razón. Y no puedo hacer nada, porque esto es un tiovivo, y no hay quien lo pare. Solo puedo esperar no marearme demasiado, porque tampoco es que pueda bajarme, ni hacer que vaya hacia atrás. Y, también, esperar no caerme, ni volver a darme de bruces contra el suelo. Porque hay moratones que te los buscas, y otros que te los ganas a pulso; y en este caso, soy yo la que se niega a seguir las señales, y que sigue buscando segundas oportunidades donde no creo que haya más que bocanadas de humo. Y sé que soy una ilusa que solo quiere ver lo bueno cuando más le conviene, pero quiero pensar que es un estúpido resquicio de supervivencia que sigo manteniendo. Porque de ilusiones se vive, o eso decía el anuncio de la lotería; y cuando ya no me ilusiona ni lo de aquí, ni lo de allí, tengo que buscarme ilusiones donde no hay nada más allá que ceniza. O ni eso, que para hacer una buena hoguera se necesita algo más que lo que hubo, y menos de lo que supongo que se planteó en el momento. 
Así que supongo que no puedo decir nada más del tema que "esperar". Y buscar motivos que no estén en la otra punta del país para levantarme día tras día, y disfrutar todo lo bueno que me están ofreciendo estos años. Porque la magia se acaba, y los días de sol también. Y quizás sea el momento de dejar de intentar vivir dos vidas al mismo tiempo, desprenderme del puente, y comenzar a respirar solo en un lado; conozco a gente que lo ha hecho, que ha desistido en mantener el pasado con vida, y se les ve bien. Pero yo no creo que sirva para cortar de raíz con todo lo que hay en mis espaldas, por mucho que huya con faldas y a lo loco; porque es lo que me ha hecho quien soy y quien seré.

Pero no soy feliz. Y eso si que es algo que no puedo permitirme. Porque no tendré claro la razón de mi existencia, pero lo único que me voy a llevar de beneficio el día de deje de contar los segundos es una vida completa, con sus días buenos y sus noches malas; y lo mínimo que puedo hacer por mi misma es rellenar todos y cada uno de esos momentos de la mejor manera posible. Siendo feliz, supongo; y como tengo claro que la felicidad personal no depende de nadie, tendré que sacarme yo las castañas del fuego para conseguirlo. Pero también tengo claro que la felicidad vale el doble si está compartida y, en el fondo, eso es lo que me mata. Que en el intento de protegerme para ser feliz, no dejo que nadie entre; y eso tampoco es felicidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario