sábado, 18 de abril de 2015



Supongo que, como todo, esto también es cuestión de poder. Quien da más, quien da menos, quien pone las cartas a girar en la ruleta y luego tira los dados. Quien tiende la mano, y quien salta hacia atrás desde un acantilado. Y yo sé jugar a este juego. Lo sé hacer, porque he tenido que aprender a base de malas noches, y peores rachas; y sé jugar bien. No, más que eso. Soy jodidamente buena jugando a esto. Sé ver los golpes, anticiparme a ellos, analizar todas y cada una de las posibilidades, y escoger un bando, un movimiento, una táctica; ceñirme a ella, llegar y tocar el cielo. Fin. Sé jugar de día, de noche, absolutamente sudada, y en tacones y el maquillaje impoluto. Dame una situación, y yo ya habré estado en ella, y sabré como actuar. Son demasiados años. Yo tengo el control. Siempre lo he tenido, y me encanta.
Me gusta tenerlo. Me gustar ser la que manda, porque estoy cómoda en esas situaciones. Sí, soy de las que prefieren arriba, en todos y cada uno de los sentidos de esa expresión. Soy de las que prefieren proteger antes de depender de alguien para ello. Soy de las que he tenido que aprender a sacarme las castañas del fuego por mi misma, a convivir conmigo, y a pasar las noches del viernes acurrucándome sobre mi misma. Y disfruto con ello, conmigo misma. Estoy orgullosa de ello, y puedo considerarme independiente, fuerte y segura. Yo quiero el control. Yo quiero ser la que lleva los pantalones, y me encanta.

El problema es que esto no lo veía venir. No me lo imaginaba, ni en el más ridículo de los escenarios. Vale que es natural y normal, y que yo llevo haciéndolo -a tus espaldas-, bajando la voz para que no me oigas cuando llego a casa, y sonriéndote cada vez que tiraba piedras en tu ventana. Porque yo no voy a esperar a que seas tú quien me espera a mí; estoy dispuesta a ser la que da el primer paso, el segundo y los que hagan falta. Porque me estaba ilusionando, mucho. Estaba ideando castillos de aire, en los que todo iba bien. Y ahora, así, de repente, resulta que tu también eres un jugador. Un puto jodido jugador. Y no me lo esperaba.
Y tampoco sé como reaccionar. Tampoco sé hasta que punto estás jugando, o si estamos en la misma liga. Y eso me está concomiendo viva. Solo sé que has desmontado mis esquemas, y que no sé como sentirme al respecto. No sé que paso dar ahora, ni que era lo que veía en esos momentos en los que levantaba la vista y pensaba "esto está mejorando". Tampoco voy a culparte, ni ha echarte nada en cara: me alegro por ti. Porque yo era la que se estaba sintiendo mal por jugar con dos barajas a la vez, ya que algo tengo que hacer mientras espero a que sigas analizando tus cartas. Yo soy la que lleva cuatro horas de sueño acumuladas en dos días, no te engañes. Pero tenía grandes planes, que ahora no sé que hacer con ellos. He perdido el control, y puede que nunca lo haya llegado a tener. Solo pensaba que lo tenía, y actuaba en consecuencia.
Pero yo soy mejor jugadora. Eso lo tengo bastante claro. El problema es que no me lo esperaba, y no sé como reaccionar. No sé ni donde tengo la cabeza. Solo sé que si quieres jugar, vamos a jugar. No me pidas luego un tiempo muerto, o un descanso; y  menos si vamos a apostar. Porque no lo hay. Soy una jugadora, y lo he sido toda mi vida, en todos los aspectos. Y me puedes ganar la mano, unas partidas o incluso la temporada; pero ten por seguro de que vas a abandonar tu antes que yo. Por mi puto orgullo, mis cojones, y porque el puto control siempre ha sido mío, y no lo voy a perder ahora.

No sé que haré a partir de ahora. No sé como voy a mirarte, hablarte, o siquiera si voy a ser capaz sin que me hierva todo por dentro. Tengo claro que voy a seguir a lo mío, pero no pienses que voy a ser piadosa. La has liado, pero no en el mal sentido. La has liado, y ahora te vas a tener que atener a las consecuencias. Porque voy a conseguir que saques lo peor, lo mejor, y lo que te quite el sueño de mí. 

¿Quieres jugar? Juguemos. Y no tienes ni idea de donde te estás metiendo.
Ni como vas a acabar cuando salgas,

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